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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Bye bye, Fitur

Bye bye, Fitur
Francisco López-Seivane el

Para viajar sin moverse del sitio no hay nada como Fitur. En mi agenda lo tengo marcado como un cita ineludible del mes de enero, a pesar de que siempre me estimula, agota y decepciona, a partes iguales. En esta edición, quizá la última para mi, eché en falta algunos de los grandes países tradicionales que huyeron con la crisis para nunca más volver: Francia, Alemania, Italia, Suiza… Aunque, a decir verdad, a Francia nunca la he echado realmente de menos por su proverbial antipatía. Entre los destinos presentes este año, me llamó la atención, por su tamaño y situación, la vecina Portugal, que se ha volcado en esta feria con un gigantesco stand lleno de regiones, aunque, a mi juicio, ayuno de belleza y personalidad. Se ve que prefieren invertir su dinero en metros cuadrados antes que en florituras artísticas, el eterno dilema entre lo bello y lo práctico.

Aspecto parcial del gran stand de Portugal, que da idea del extraordinario auge del turismo en nuestro país hermano y vecino.

En cambio, la pequeña Isarel  presentó un stand sencillo, abierto, llamativo y dinámico, cuya visión imantaba casi desde cualquier lugar. Le pedí permiso a Dolores Frías, su directora, para dejar mi abrigo allí, convencido de que no habría lugar más seguro en todo Ifema. Los judíos se toman muy en serio las cuestiones de seguridad y ver a aquellos jóvenes niquelados controlándolo todo con ojos de halcón y absoluta discreción me infundía una confianza total. Lo mismo que viajar a Tel Aviv o Jerusalén. Sí, ya sé que allí también hay atentados, pero los solventan en un pispás.

Llamativos letreros de Israel visibles desde casi cualquier punto del pabellón.
Detalle de la recepción del stand de Israel

No troté tanto como en otras ediciones, porque cada año me apetece menos abrirme paso entre la masa que coagula los pasillos como un trombo y también porque pasé mucho tiempo haciendo entrevistas en el estudio de Radio Nacional, que estaba en el punto más alejado de cualquier lugar. Por allí pasaron la misnistra de turismo de Paraguay, Marcela Bacigalupo, el embajador de Taiwan, Simón Ko,  el Director General de Turismo de Asturias, Julio González Zapico, etc. Me gustó saber de sus países y regiones con la pasión y el detalle de quienes tan bien los conocen. Es otra forma de viajar, como la de los antiguos pueblos que se sentaban junto a la hoguera para escuchar a quienes venían de ver prodigios en lejanas tierras. Pronto podrás oír las entrevistas en mi programa de Radio 5 ‘Crónicas de un nómada’

El Embajador de Taiwan, Sr. Simón Ko, durante su entrevista en los estudios de RNE en Fitur.

El Estudio de RNE tenía la ventaja de estar junto al paraíso de Asturias, del que todos debemos ser guardianes. Por allí empecé la reconquista. Cristina Álvarez Solís me agasajó como a un príncipe con una selección de los mejores ‘quesus’ asturianos y unos culines de sidra. Sólo le faltó ofrecerme unos ‘moscovitas’ de postre, pero el asuntó quedó pendiente para mejor ocasión, tal vez para degustarlos en la propia pastelería Rialto, en Oviedo, donde nacieron.

El espectacular pabellón de Asturias, paraíso natural.
El chef Sergio Rama haciendo maravillas con su increíble selección de los mejores ‘quesus’ asturianos.
En el stand de Asturias nunca falta un ‘culin’ de sidra bien tirado.

Con la ministra de Paraguay, mujer de preclara inteligencia y brillante dialéctica, hice buenas migas. Hemos quedado en vernos en marzo en Asunción, la única gran ciudad americana que aún no conozco. Me dijo que está poniendo en marcha una especie de ‘Camino de Santiago’ por las ruinas de las misiones jesuitas que jalonan la geografía guaraní. ¡Qué gran idea! Estoy seguro de que sacará el proyecto adelante.

La ministra de Paraguay, Marcela Bacigalupo, posando en el stand de su país.
Vista general del coqueto stand de Paraguay

Taiwan  fue otro punto de interés para mi. Hace años, muy pocos, se atrevieron a levantar por primera vez un modesto stand ‘cultural’ para no molestar a la poderosa China, pero este año tenían un  stand con todas las de la ley, desde el que ofrecían sin complejos todas las bellezas que esa isla atesora. No olviden que los portugueses, los primeros en ‘descubrirla’, la llamaron Formosa (Hermosa) por su belleza. Nuestros antepasados españoles fueron señores de aquella ínsula durante diediocho años y allí dejaron su monumento más antiguo y visitado, el Fuerte de Santo Domingo.

Panorámica del stand de Taiwan

Y también recalé mucho en el pabellón de la India, elegante, amplio y abierto, con sensacionales y cómodos sillones y la comida de Kumar, el dueño de los populares restaurantes Diwali, que ya suman tres en Madrid. No hay comida india en nuestra ciudad con mejor relación calidad precio. Para nadie es un secreto mi admiración por la cultura y la filosofía hindú, así que allí me siento siempre como en casa, contemplando las elegantes ‘asanas’ de Elsa Aguirre, la yoguini que deleita a los tanseúntes y siempre detiene a la reina en sus apresuradas  visitas inaugurales.

El Embajador de la India inaugurando su stand con un típico ritual hindú
La profesora de yoga Elsa Aguirre haciendo una demostración de asanas de yoga

Por lo demás, ya me resulta un poco cansino el desfile de periodistas y cazadores de publicidad comiéndose los canapés y dando la tabarra a los sufridos representantes de los distintos países. Dudo mucho que en Fitur se cierre nada serio. Unos largan lo que no está escrito y otros hacen como que escuchan, luego se intercambian tarjetas y sonrisas y se despiden sin esperanza. Me recuerda a los fieles que van desfilando por los confesionarios confiando sus flaquezas al sacerdote de turno, que los escucha cansinamente y les da la bendición con gesto mecánico, esperando que el siguiente les repita más o menos lo mismo. Al fin y al cabo, los pecados son siempre recurrentes.

Hoy, salvo raras y honrosas excepciones, el periodismo de viajes se ha convertido en puro mercadeo. El descaro ha llegado a tal punto que hay agencias de comunicación que no tienen empacho en ofrecer vergonzosos publirreportajes con la esperanza de que los distintos medios los publiquen ‘gratis total’. ¡Hay que joderse! No sólo le quitan el pan y la sal a tantos free lance que lo necesitan desesperadamente para sobrevivir, sino que prostituyen el auténtico periodismo, que, por si alguien lo ha olvidado, consiste en contar la verdad de las cosas, con sus luces y sombras. La lealtad del periodista ha de estar siempre con el lector, y no al servicio del anunciante. Lo demás es otra cosa, que explicó como nadie el truhán Crispín en Los Intereses Creados: “Somos los hombres como mercancía, que valemos más o menos según la habilidad del mercader que nos presenta. Yo te aseguro que así fueras vidrio, a mi cargo corre que pases por diamante”. La retórica del mercader (hoy a los más snobs les gusta llamarse ‘comunicadores’ o ‘influencers’) que tunea la verdad es una figura muy vieja, pero el buen periodismo es otra cosa, algo así como el antídoto contra tanta palabrería hueca y falaz. Que conste que no busco pelea, allá cada cual. Sólo pretendo dejar bien sentado que no pertenezco a ese gremio.

Ya he dicho más veces que hay una curiosa simbiosis entre quienes crean el marketing de un destino y quienes se hacen eco de él en sus artículos y reportajes. Como yo vivo al margen de esas componendas y jamás participo en viajes colectivos, lo observo todo con la distancia de un outsider. No es lo mismo hacer turismo que viajar, eso ya se sabe. Pero tampoco es lo mismo escribir al dictado de quien te invita que expresar libre y honradamente tus impresiones de un determinado lugar. Por supuesto, uno también acepta invitaciones porque no es millonario, pero no sobornos. Quien quiera invitarme a visitar su país, puede estar seguro de que escribiré con la mayor honestidad y espíritu constructivo todas las cosas buenas que encuentre a mi paso, pero no callaré aquellas otras, quizá no tan buenas, que puedan contribuir a convertirlo en un lugar mejor y que los potenciales viajeros puedan valorar antes de tomar la decisión de visitarlo. Curiosamente, no hace tanto recibí una carta de felicitación de la responsable de un país anfitrión por la ‘gran objetividad’ de mi reportaje, a pesar de que había criticado severamente ciertas aspectos del lugar. Así, sin coña.

Y lo dicho: ¡Adios, Fitur! Te deseo larga vida, pero ya me cansé de ti. Es posible que todavía me pase alguna vez  en el futuro por tus rutilantes stands para saludar a mi buena amiga Beatriz de la Herrán, responsable de prensa de Ifema, a quien tanto debo y quiero, a hacer alguna entrevista en Radio Nacional, a tomar una buena cervecita belga o checa, y a ver pasar con displicencia a las nuevas e impacientes generaciones de cazaviajes desde la cómoda butaca de algún stand amigo, pero nada más. Ya viajé cuanto quise y lo conté con pasión y verdad. Ahora solo me interesa el viaje interior.

 

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