Antonio Damasio ha revolucionado el estudio de las emociones. Las ha legitimado y han dejado de verse como algo visceral, que debía mantenerse a raya, para ocupar un lugar fundamental en la toma de decisiones, convertidas en sentimientos a los que recurrimos inconscientemente en situaciones parecidas. También son indispensables para la construcción de la consciencia. Una cualidad que creíamos típicamente humana y que, sin embargo, se genera en áreas primitivas del cerebro compartidas con otras especies, incluida una simple lagartija. Lo que varía es la forma en que la parte más evolucionada de nuestro cerebro, la corteza, recoge esas emociones y las convierten en sentimientos, que lejos de ser un lujo, juegan un papel esencial, explicaba Damasio en 2012, en la XLIV Lección Conmemorativa Jiménez Díaz, en la que recibió la Medalla de la Fundación. «De oro, uno de los refugios del euro», señaló con ironía. En un aula magna que registró un récord de audiencia, habló de cómo «Sentimientos y sensibilidad» ayudan a construir nuestra la mente. «Empecé mi vida como científico creyendo que la mente no era algo exclusivamente humano y ahora estoy convencido de que recorre toda la escala filogenética hasta los niveles más simples», señalaba.
—Siempre hemos creído que la emoción debía someterse a la razón. ¿Quién gobierna a quién?
—¿Nuestras emociones difieren mucho de las de otras especies?
—Son muy similares a las de otros mamíferos o aves. Las sociales, como la compasión o el altruismo están más desarrolladas en los humanos y son más complejas. La admiración es una emoción puramente humana. la diferencia está en la forma en que nosotros vemos las emociones y en que tenemos la posibilidad de controlarlas.
—¿Influyen en la consciencia?
—La consciencia, lo más elevado que tenemos, reside entonces en centros muy antiguos del cerebro…
—La consciencia tiene muchos niveles de control, desde los más simples hasta los más humanos, como la consciencia autobiográfica. El origen de todos es muy similar en todos los animales. Pero en otras especies no ha llegado tan alto como en la nuestra.
—Su libro «Y el cerebro creó al hombre», sugiere que somos únicamente un paso más de la evolución, y no la cúspide
—Creo que es la forma en que debemos vernos, como individuos que biológicamente hemos dado un paso mucho mayor que nos permite crear una cultura. Nuestra vida social es mucho más compleja que la de los animales y crea un nuevo nivel de regulación de la cultura. Los animales en general y nosotros mismos podemos regular la vida a través de mecanismos básicos que vienen de nuestros genes. Pero nosotros además podemos controlar la vida a partir de lo que yo llamo homeostasis sociocultural. Y por eso construimos sistemas de justicia, de moral, de política, de economía. Eso no existe en otras especies y es el gran triunfo de la humanidad.
—¿En el cerebro hay lugar para el libre albedrío o es sólo una ilusión?
—Sí, el libre albedrío viene de ese nivel sociocultural. No es una ilusión mientras creamos en él. Cuando crees que estás tomando una decisión libremente, estás experimentando el libre albedrío. Si no lo crees, no. De alguna forma también es una ilusión porque las circunstancias exteriores siempre te controlan, ya sean biológicas, políticas y económicas, como ocurre ahora. En alguna medida podemos decidir libremente.
—¿Cuándo soñamos, mantenemos conectada parte de la consciencia?
—Está conectada pero no de la misma forma que cuando estamos despiertos, porque no llevamos a cabo acciones y relajamos los controles. Despiertos respetamos las relaciones con otras personas y con el entorno físico. Pero cuando soñamos tenemos más grados de libertad y puedes soñar que estas volando.
—¿Freud estaba en lo cierto respecto al significado de los sueños?
—Sí, estaba en el camino correcto. No es que todas sus conclusiones fuesen correctas, pero fue un gran pensador que llamó la atención sobre los sueños, las emociones y la enorme importancia de la vida afectiva en relación a cómo nos comportamos.
—¿El 3% del genoma que nos diferencia de los chimpancés, está relacionado con la corteza cerebral?
—Sí, seguro. Y en especial en cómo la corteza cerebral está conectada con otras estructuras del cerebro.
—¿Sabemos mucho del cerebro?
—Hemos hecho un progreso enorme, pero tenemos que progresar mucho más y entender que lo importante es traducir lo que sabemos a tratamientos que puedan ser útiles para las personas con enfermedades mentales y neurológicas.
—¿Hacía dónde conducirá al cerebro la revolución digital?
—La tecnología inevitablemente cambiará nuestro cerebro. Probablemente haga a la gente más lista, más rápida, pero también perdamos algo. Los niños ahora, inmersos en esa cultura digital, son más rápidos controlando la información. Pero podríamos perder en parte la capacidad de reflexión, el uso de la razón. No tiene que suceder necesariamente, pero es una posibilidad.
Otros temas