Emilio de Miguel Calabia el 31 ago, 2020 (El Príncipe Ranariddh) Si el ex-marxista-leninista PPC utiliza la retórica monárquica, ¿qué le queda al monárquico FUNCINPEC del Príncipe Norodom Ranariddh? FUNCINPEC concurrió a las elecciones de 1993 con una narrativa histórica que presentaba la República Khmer de 1970-75 como una aberración que condujo al régimen genocida de los khmeres rojos y a la Monarquía como un factor de unidad nacional. Pero esa narrativa presentaba un hueco clamoroso: Sihanouk jugó un papel clave en la llegada del régimen de los khmeres rojos. Despechado por haber sido derrocado, prestó su imagen y su prestigio al Frente Unido Nacional de Kampuchea (FUNK), que fue el vehículo propagandístico tras el que se disfrazaron los khmeres rojos. Sihanouk se prestó al juego de que él era el líder del FUNK y se convirtió en un banderín de enganche muy útil para los khmeres rojos. Otro hueco clamoroso es que la propia familia real estaba más que dividida en sus simpatías políticas. Todos los bandos en disputa contaban entre sus miembros al menos con un príncipe. La naturaleza de la Monarquía camboyana hacía muy difícil convertir el realismo en un factor político. El Rey lo era en virtud del mérito acumulado en vidas pasadas y el Rey unía místicamente la nación con el cosmos. El lema nacional era: “Nación, Religión, Rey”. La estatura moral del Rey aseguraba el bienestar de la nación, de manera que si la nación atravesaba malas épocas podía pensarse que el mérito del Rey había disminuido. Sihanouk, con su política personalista, y su insistencia en su relación orgánica con el pueblo, al abdicar, vació de contenido la Monarquía. De hecho, llegó a reconocer que en esencia la había abolido, al entender que su papel trascendía a la Monarquía como institución. FUNCINPEC trató de devolver su importancia a la Monarquía después de un hiato de 23 años y de erigirse en el vehículo de los monárquicos, con el problema de que la vieja mística monárquica se había perdido en parte, sin que estuviese muy claro lo que había sobrevivido. Quienes aclamaron a Sihanouk en 1993 en buena medida lo aclamaron en tanto que Sinahouk, no en tanto que Rey. Más allá del problema de la fundamentación ideológica, FUNCINPEC se encontraría con problemas más prácticos en 1993. El PPC llevaba gobernando el país catorce años y tenía gente en todas las administraciones. A FUNCINPEC le faltaban cuadros y esa falta la empeoró no dando paso a sus bases, sino entregando el liderazgo del partido a gente que había pasado los años malos en el exilio y que no estaban familiarizados con la nueva Camboya y, en bastantes casos, ni tan siquiera estaban preparados para las tareas de gobierno que les esperaban. FUNCINPEC fue una promesa fallida. La tercera fuerza en liza, con un peso mucho menor que las otras dos, es la que podríamos denominar democrática o liberal, cuya encarnación en 1993 era el Partido Democrático Liberal Budista (PDLB). El PDLB tomaba su origen del Frente de Liberación Nacional Popular Camboyano (KPNLF), que creó Son Sann para lucha contra el régimen norvietnamita. Son Sann procedía del Partido Demócrata de Yuthevong y tanto entonces como durante el régimen del Sangkum había ocupado puestos ministeriales. Durante la República Khmer se exilió e intentó en vano reconciliar a Sihanouk con Lon Nol. Hubo un momento a comienzos de los ochenta que algunos en ASEAN pensaron que Son Sann podía ser su hombre. Tenía a su favor que era menos inflexible que Sihanouk y que resultaba más fácil entenderse con él. Sin embargo, Son Sann falló en el frente de la propaganda y no supo crear un movimiento robusto política y militarmente. En términos de popularidad nunca pudo competir con Sihanouk. El PDLB construyó su narrativa sobre el recuerdo del difunto Partido Demócrata, del que se veía como el continuador. Era el partido que tenía una visión de la democracia y del parlamentarismo más próxima a la occidental. A la denominación clásica le añadió los adjetivos “budista” y “liberal”. Con la primera quería apelar a los sentimientos de la mayoría budista del país, que en muchos casos vivía anclada en los valores tradicionales. Con “liberal”, quería denotar que en lo económico deseaba implantar en Camboya el libre mercado, pero sin sus modalidades más salvajes e incontroladas. El PDLB nunca tuvo oportunidades reales. Sin un líder carismático y enfrentado a un partido (el PCC) que controlaba todos los resortes del poder y a otro que podía agitar la bandera monárquica y enarbolar la figura de Sihanouk, tenía muy poco que hacer y, efectivamente, eso fue lo que hizo en las elecciones de 1993: muy poco. Tal vez lo más interesante del libro de Astrid Norén-Nilsson es su aproximación a la lucha política desde un ángulo al que a menudo no se le da toda la importancia que merece: la narrativa. Conquistar el poder requiere inventar un relato que convenza al votante de que es tu fuerza y no la contraria la que tiene que votar. Esto, que es cierto en todos los países, en la Camboya de 1993 era todavía más perentorio. Después del casi medio siglo tan agitado que describí al comienzo de la entrada, las distintas fuerzas políticas necesitaban posicionarse y encontrar con cuál de los distintos legados querían identificarse. Y todo ello bajo la sombra alargadísima de un Rey muy especial, Norodom Sihanouk, y de un animal político en estado puro, Hun Sen. Otros temas Tags Astrid Norén-NilssonCamboyaFUNCINPECNorodom RanariddhNorodom SihanoukPartido Democrático Liberal BudistaSon Sann Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 31 ago, 2020