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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

De amigos a rivales (4)

Emilio de Miguel Calabiael

Cuando todo parecía indicar que las relaciones de EEUU con China iban a irse al carajo, se produjo el 11-S y EEUU se dio cuenta de que China podía ser un gran aliado en las dos cuestiones que más le importaban: la lucha contraterrorista y la lucha contra la proliferación de armas de destrucción masiva, especialmente en lo referido a Corea del Norte. Bueno, la marcha hacia la mejora en las relaciones bilaterales ya había comenzado algo antes del 11-S. Ante la división del equipo de Bush y la falta de una visión clara, Colin Powell fue quien se llevó el gato al agua. Según sus palabras: “Las relaciones entre China y EEUU son demasiado complicadas y omnicomprensivas como para que se puedan resumir en una sola palabra (esa palabra podía ser “socio” o “enemigo”; Powell prefería caminar al filo de la navaja sin caer de un lado o del otro)”.

Desde la segunda mitad de 2001, hubo gestos norteamericanos hacia China. Apoyo a la entrada de China en la OMC y a su deseo de organizar los Juegos Olímpicos en Pekín. Asistencia por parte de Bush a la Cumbre informal de líderes de APEC que tuvo lugar en Shanghai el 18 de octubre. Nueva visita de Bush a China los días 21 y 22 de febrero de 2002, con ocasión del trigésimo aniversario de la visita de Nixon a Pekin, que marcó una nueva era en las relaciones bilaterales. Una aproximación más matizada a Taiwán; en palabras de Wolfowitz: “[EEUU] no apoya la independencia de Taiwán y no tiene intenciones de separar a Taiwán del continente.” En palabras de Bush, China y EEUU tendrían unas “relaciones de cooperación francas y constructivas” y las relaciones bilaterales serían “honestas, constructivas y cooperativas” (en inglés, las tres palabras se escriben con “c”: candid, constructive and cooperative).

Durante su segundo mandato, no hubo grandes cambios en la dirección positiva que habían tomado las relaciones con China. La atención estratégica de EEUU estaba absorbida por Oriente Medio y las guerras de Iraq y Afganistán. Ello hizo que EEUU no prestase la debida atención a cómo China iba ganando posiciones en Asia-Pacífico. Los decisores norteamericanos aún pensaban que China se integraría en el orden liberal como un socio. Wall Street seguía ganando (o esperando ganar) espuertas de dinero en el mercado chino y no estaba dispuesta a airear algunos baches en la carretera como la cuestión de las cuotas para el textil o el tipo de cambio del renminbi.

La crisis financiera de 2008 supuso un shock para todos. De pronto se le vieron los pies de barro a la economía norteamericana y se constató lo erróneo del neoliberalismo económico impulsado por EEUU desde los años ochenta. Pero lo verdaderamente transformador fue que en esa crisis China apareció como la panacea.

China apenas se vió afectada por la crisis en un primer momento. Su sistema financiero,- como el de todos los países asiáticos-, había aprendido mucho de la crisis asiática de 1997. Sus bancos no estaban sobreexpuestos a los derivados, ni tenían activos tóxicos, aunque sí que eran acreedores de algunas de las instituciones financieras norteamericanas en problemas. Lo que sí hizo la crisis fue afectar a sus exportaciones, que representaban el 30% de su PIB y la tercera parte de su crecimiento económico anual, pero ésa es una crisis más fácil de afrontar que una crisis financiera. Además, China contaba con ingentes reservas de divisas.

El mundo confiaba en que la economía china no se gripase y que China hiciese lo necesario para que la economía global funcionase por una temporada con un solo motor. China cumplió; además era en su interés propio. Recortó los tipos de interés y lanzó un paquete de estímulo de medio billón de dólares dirigido sobre todo a las infraestructuras, que permitió compensar por una demanda global débil y que el crecimiento volviese en la segunda mitad de 2009.

2009: Valor de los intercambios comerciales: 366.000 millones. Déficit norteamericano: 266.000 millones $.

La Administración Obama heredó diversos marrones de la Administración Bush. La guerra de Iraq, la guerra de Afganistán, una crisis financiera que oficialmente no terminaría hasta junio de 2009, pero que dejó a la economía debilitada y provocó un malestar social que propulsaría a Trump en 2016 y 2024, y un déficit presupuestario récord.

Varias de las prioridades de la Administración Obama durante su primer mandato tuvieron que ver con los marrones heredados. Una fue cortar la hemorragia de hombres y dinero de las guerras de Iraq y Afganistán de una manera que afectase lo menos posible a la imagen de poderío de EEUU. Otra fue reanimar la economía norteamericana, buscando la coordinación macroeconómica global, y restableciendo el poder manufacturero norteamericano. Esto segundo no se consiguió. Los empleos externalizados no volvieron. Unido a lo anterior hubo un intento por dar marcha atrás en el exceso de desregulacion que había estado en el origen de la crisis. Aquí los éxitos fueron matizados; la oposición de las grandes empresas y del partido republicano era demasiado grande. Una tercera prioridad fue continuar la guerra contra el terrorismo que la Administración Bush había dejado inacabada. Una dificultad adicional para Obama fue que sólo durante el primer bienio de sus ocho años contó con un Legislativo demócrata.

La Administración Obama comenzó su mandato con las mismas presunciones que la Administración Bush con respecto a China. Se trataba de un socio ineludible para afrontar los grandes desafíos globales y existía la esperanza de poder profundizar en la cooperación bilateral. La propia Hillary Clinton, Secretaria de Estado a la sazón, dijo en esos momentos iniciales: “Algunos piensan que una China en ascenso es, por definición, un adversario (…) Al contrario, pensamos que EEUU y China pueden beneficiarse y contribuir a los éxitos del otro. Es en nuestro interés que trabajemos más duro para construir sobre las áreas de preocupación común y las oportunidades compartidas.” Aun dentro del optimismo general, había una manchita: la idea de que China no estaba respetando los compromisos asumidos en el seno de la OMC.

 

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