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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La biografía del escritor que no se quería dejar biografiar

Emilio de Miguel Calabia el

Ya en la introducción del libro, J. Benito Fernández cuenta sus frustrantes contactos con Rafael Sánchez Ferlosio cuando estaba trabajando en su biografía. El propio Sánchez Ferlosio, en una de las escasas ocasiones en las que se dignó hablar con él, le dijo: “No estoy conforme con la biografía. No es nada contra su persona. Es que no soy apropiado, no tengo argumentos.” Le recordó que no tenía amigos y que no era aventurero y terminó con un poco de retranca: “Las biografías sólo se hacen a los muertos. Yo tengo ochenta y cinco años, no tiene usted que esperar mucho.”

La contraportada incide en las dificultades de biografiar a Sánchez Ferlosio, con un elogio de doble filo, que uno no sabe si está ahí para incitar a la lectura del libro o para disuadir al lector potencial: “A través de una pesquisa alentada mes tras mes y año tras año, el biógrafo reúne una constelación de testimonios que nos permite participar de la intimidad de un personaje irrepetible, logrando la proeza de dar respuesta afirmativa a la pregunta: ¿puede resultar apasionante una vida monótona?”

Aquí el escritor de la contraportada ha exagerado un poco. Cierto que Ferlosio ha vivido más en el mundo de las ideas que en el de todos los días y que no ha sido ni explorador polar, ni insurgente en las selvas del Congo, pero yo creo que su vida sí que ha sido notable y algo más movida que la del 95% de los mortales: casado y luego divorciado de Carmen Martín Gaite; perdió un hijo antes del año por una meningitis, su segunda hija murió joven víctima del sida; su tendencia al enclaustramiento no impidió que tuviera contacto regular con algunos de los principales intelectuales españoles de su tiempo: Agustín García Calvo, Miguel Ángel Aguilar, Carlos Castilla del Pino, Juan Benet, Ignacio Aldecoa, Daniel Sueiro…

Al principio me sentí decepcionado con el libro. Fernández me iba contando estampas de la vida de Sánchez Ferlosio, pero sin meterse en el personaje. Por ejemplo, el capítulo 06 se titula “Dos escritores” y comienza así: “A las nueve de la mañana del 14 de octubre de 1953, Carmen Martin Gaite y Rafael Sánchez Ferlosio se casan en la iglesia de San José, en la calle de Alcalá 43; los novios, vestidos con trajes de calle, van sencillos y elegantes…” Si alguien espera información sobre lo que vio Sánchez Ferlosio en Carmen Martín Gaite y viceversa o porqué más tarde la dejó por Demetria Chamorro, puede esperar sentado. Fernández no cuenta más que lo visible.

Al principio esa manera de abordar la biografía me causaba frustración, pero al cabo de un rato me di cuenta de que no era muy diferente de como vemos las vidas ajenas en la realidad. De la otra vida sólo tenemos acceso a estampas, a los momentos que vemos ante nuestros ojos. El resto son elucubraciones. No sabemos de lo que pasa por su cabeza más que lo que nos dicen y ni de eso podemos estar seguros.

Fernández combina la información al uso, como haría cualquier biógrafo, con estampas que se parecen más a cómo recordamos las cosas, con mucho detalle en algunos aspectos y deslavazadas en otros. “A finales de año, Rafael y Carmen salen a dar una vuelta por el barrio. Hacia las cinco de la tarde, de regreso a casa, más o menos en la convergencia de la calle de Goya con la de Doctor Esquerdo, ven a un conocido larguirucho que camina en dirección opuesta. “Mira- le dije a Rafael- ese que viene allí es Juan Benet, ¿te acuerdas? De las tertulias de Gambrinus” (…) según Carmen no había cambiado absolutamente nada. Rafael lo negó. “Se parece a Juan Benet, pero no es. Ese chico andará por los veinte años, un estudiante.” Pero se acercó hacia ellos, se paró a saludarles y, en efecto, era Juan Benet…” Es una estampa sin más, que probablemente otro biógrafo habría tirado a la papelera, pero a mí me gusta, porque son escenas nimias como esa las que hacen una vida.

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