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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Mi nombre es Ozymandias

Emilio de Miguel Calabia el

Shelley escribió su famoso poema “Ozymandias”, en el que habla de las ruinas que es todo lo que queda un imperio que fue poderoso en un tiempo remoto, pensando en Ramses II. El poema habría venido con anillo al dedo para referirse a Assurbanipal de Asiria.

Assurbanipal fue el más longevo de sus reyes: 42 años de reinado (sigo la cronología de Fernando Fernández Palacios en su libro “Assurbanipal, un rey asirio ilustrado”). Su reinado destacó por su cultura y refinamiento. El rey era un enamorado de los libros y, cosa excepcional en aquellos tiempos, sabía leer. A él debemos la impresionante biblioteca de Nínive, que almacenó más de 30.000 tablillas. Construyó el impresionante palacio norte de Nínive y promovió la realización de impresionantes frisos, muchos de los cuales pueden verse hoy en el British Museum. En términos territoriales era el mayor imperio de Oriente Medio. Sus dominios se extendían del Golfo Pérsico al Mediterráneo y del límite del desierto de Arabia hasta el este de Anatolia y la región del lago Van. Assurbanipal murió en el 627. 18 años más tarde el imperio asirio se fue por el desaguadero de la Historia. ¿Cómo pudo desaparecer un imperio tan impresionante en menos de dos décadas?

Más allá de los palacios, las bibliotecas y la eficiencia de los ejércitos asirios, el imperio era más débil de lo que parecía. Del 652 al 648 Assurbanipal tuvo que hacer frente a la rebelión de su hermano Shamash-shum-ukin, que gobernaba Babilonia. Babilonia, además de ser una ciudad rica, tenía un gran prestigio en tanto que capital cultural y religiosa de Mesopotamia. Los emperadores asirios la trataban con miramiento, respetaban a sus dioses y sus tradiciones, procuraban tener contenta a su población y le permitían un mínimo autogobierno que no servía para ocultar la realidad de que era una parte más del imperio asirio.

La guerra contra Shamash-shum-ukin fue muy seria. El País del Mar, la antigua Sumeria, se rebeló, aunque hubo ciudades que permanecieron fieles a Asiria. Los elamitas intervinieron con entusiasmo del lado de Shamash-shum-ukin. Algunas tribus arameas y árabes también apoyaron a Shamash-shum-ukin. Aparte de los destrozos materiales, la guerra inflamó aún más el resentimiento de los babilonios, que nunca habían aceptado la sujeción a Asiria. De cara al futuro, resultó inquietante cómo algunos pueblos de la periferia aprovecharon la coyuntura para atacar Asiria, pero no fueron rivales para las entrenadísimas tropas asirias.

Tras la derrota de la rebelión de Shamash-shum-ukin, Assurbanipal arremetió contra Elam, que había sido una mosca cojonera para los asirios durante muchas décadas. Assurbanipal devastó el país y lo convirtió en una provincia. Los historiadores actuales piensan que la aniquilación de Elam fue un gran error. Por un lado, privó a los asirios de la barrera que les protegía de los medos. Algunos historiadores han afirmado que si no hubiese aniquilado a Elam,- cuando Babilonia hubiera recuperado su independencia, algo que al rey no se le ocultaba que podía ocurrir-, Asiria hubiera podido utilizar Elam, bien como aliada contra Babilonia, bien como amenaza para conseguir la cooperación con Babilonia.

Todas esas elucubraciones son muy agudas a toro pasado. En el 646 a.C. Elam parecía una amenaza mucho mayor que los medos. Assurbanipal ya les había derrotado en una ocasión y había matado a su rey y los escitas los habían tenido sojuzgados durante casi tres décadas. Por otra parte, los cálculos sobre cómo hubiera evolucionado la política entre el triángulo Babilonia-Elam-Asiria pertenecen a la política-ficción. Era más probable que un Elam intacto volviese a actuar de mosca cojonera en el caso de una nueva rebelión babilonia, algo que podía ocurrir en cualquier momento.

Hay indicios de que el final de su reinado fue complicado y no muy glorioso. Posiblemente no sea casualidad que la segunda mitad de su reinado esté peor documentada que la primera. Recientes estudios (Harvey Weiss de la Universidad de Yale; Dominguez-Hills de la Universidad del Estado de California; Adam W. Schneider de la Universidad de California) apuntan a que hacia el 660 a. C. habría comenzado un período de una gran sequía que habría durado seis décadas. Ese período habría seguido a otro de abundantes precipitaciones que facilitó el crecimiento demográfico que se produjo a comienzos del siglo VII. La agricultura asiria era cerealista y dependía de las precipitaciones a diferencia de la babilonia, que se basaba en la irrigación. Una grave sequía prolongada en el tiempo para un imperio que estaba sobrextendido fue la gota que colmó el vaso.

A la sequía se sumarían conflictos internos de los que sabemos poco, pero que intuimos. Parece que en sus últimos años Assurbanipal tuvo enfrentamientos con la nobleza por la prominencia que había dado a sus eunucos. Las concesiones de tierras y las exenciones tributarias en favor de varios eunucos, que han quedado registradas, mostrarían el poder creciente de éstos. Un problema adicional de la monarquía asiria es que no había un derecho de primogenitura o un sistema fijo que determinase el sucesor. La legitimidad venía dada por la pertenencia a la familia real, preferentemente mediante la filiación con el rey. Ello no impedía que usurpadores pudieran inventarse líneas de descendencia reales para justificarse. Los últimos años de Assurbanipal debieron de estar marcados por las rivalidades entre sus hijos y sus seguidores respectivos. Finalmente, es posible que el control de Asiria sobre su periferia se estuviese debilitando por el efecto de amenazas exteriores y de rebeliones internas.

En una de sus últimas inscripciones, el propio Assurbanipal llega a decir: “No puedo acabar con los conflictos en mi país y las disensiones en mi familia; los escándalos me perturban siempre. Los males de la mente y del cuerpo pueden conmigo. Con gritos de dolor llevo mis días a su fin. Soy miserable en el día del dios de la ciudad, el día del festival. La muerte me está agarrando y me oprime.”

Los últimos años del imperio Asirio son difíciles de seguir porque faltan las inscripciones, algo que seguramente muestre lo turbulento de los tiempos.

Nada más morir Assurbanipal, comenzó una guerra entre sus hijos, de la que salió victorioso Sin-shar-ishkun. La coyuntura fue aprovechada por los Estados de Siria y Palestina para independizarse y, más grave, Babilonia hizo lo mismo bajo el liderazgo de Nabopolassar. Y ya, para colmo, Cyaxares se sacudió el vasallaje asirio y unificó a los medos y los persas. Los conflictos civiles impidieron a Sin-shar-ishkun reaccionar adecuadamente a las amenazas que se cernían sobre el imperio.

Más tarde, en 623, habiendo estabilizado la situación en Asiria, Sin-shar-ishkun atacó Babilonia y consiguió algunos éxitos, pero debió abandonar la campaña porque un usurpador se había hecho con el Trono en Assur. La situación me recuerda a la del Bajo Imperio romano cuando, en momentos en los que estaba siendo acosado por los bárbaros, las discordias civiles impedían una respuesta enérgica y continuada contra los invasores.

La distracción de Sin-shar-ishkun fue aprovechada por Nabopolassar para revertir las conquistas asirias y consolidar el nuevo Estado babilonio. Por las mismas fechas cimerios y escitas atacaron las colonias asirias en Anatolia, así como a sus vasallos Lidia y Urartu. Asiria no pudo acudir en su ayuda. Muy rápidamente el imperio estaba quedando reducido a su núcleo central.

Una vez que hubo expulsado a los asirios, Nabopolassar inició en 616 la invasión de Asiria. En 615 se le unieron los medos. En 614 tomaron Assur, que era la capital ceremonial de los asirios, lo que representó un duro golpe para su moral. En 612, en una violenta lucha casa por casa, conquistaron Nínive. En esa batalla murió Sin-shar-ushkin.

Assuruballit II se refugió en Harran con lo que quedaba de las fuerzas asirias, más algunos contingentes egipcios. El faraón Psamético I era consciente de que no le convenía la desaparición de Asiria, a la que estaba aliado. Asiria representaba un colchón muy conveniente frente a los emergentes babilonios y medos. Lo exacto de esta apreciación puede verse en el hecho de que 90 años más tarde los persas, sucesores de los medos, conquistaron Egipto, que ya no volvió a estar gobernado por una dinastía indígena. A pesar de los esfuerzos conjuntos de asirios y egipcios, en 609 Harran fue tomada. El imperio asirio había sido borrado de la faz de la tierra.

 

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