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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La batalla más inútil (1)

Emilio de Miguel Calabia el

La batalla más conocida, más larga y más sangrienta de la Guerra Civil fue la Batalla del Ebro. También fue la batalla más inútil.

La batalla del Ebro tiene su origen en las equivocaciones de dos generales, Franco y Rojo.

El 7 de marzo el Ejército nacional inició una ofensiva en el Frente de Aragón, que se hundió. Veinte días después los nacionales llegaron a Lérida. Para el 3 de abril habían conquistado la parte de la ciudad que estaba al oeste del río Segre. Igualmente importante es que en los días siguientes los nacionales se hicieron con las presas que abastecían de electricidad a Barcelona, lo que tuvo unos efectos dramáticos para sus industrias. El General Yagüe quería continuar hacia Barcelona y lo mismo aconsejaban los Generales Dávila, Aranda, Vigón y Kindelán, pero Franco tenía otros planes: detuvo a a las fuerzas nacionales y ordenó que las que avanzaban por el sur del Ebro prosiguiesen su ofensiva hasta llegar al mar y cortar la zona republicana en dos para luego virar hacia el sur y marchar sobre Valencia.

La decisión de Franco de detenerse en el Segre es considerada generalmente como un error garrafal. Mussolini comentó al respeto: “Ese hombre o no sabe hacer la guerra o no quiere”. El historiador Hugh Thomas la tachó de “error estratégico”; el mismo juicio le merece a Enrique Moradiellos en “Las caras de Franco: una revisión histórica del Caudillo y su régimen.”

Dado que la decisión de no lanzarse a por Cataluña militarmente representa un error clamoroso, muchos han indagado en las razones políticas que podían haber incitado a Franco a detenerse en el Segre. La razón que se ha aducido con más frecuencia es el temor a Francia.

El 12 de marzo de 1938, es decir, tres semanas antes de la caída de Lérida, se había producido el Anchluss, la anexión de Austria por Alemania. La situación europea estaba muy tensa. A Francia, que ya tenía a los aliados alemanes e italianos en sus fronteras norte y este, no le hacía nada de gracia tener a la España franquista en su frontera sur. Parece que el Alto Mando francés había considerado la posibilidad de una operación limitada, que ocupara una franja de terreno en el norte de Cataluña, en el caso de que ésta fuera ocupada por los franquistas. ¿Cuán real era la posibilidad de una intervención francesa? Yo creo que muy escasa. El 15 de marzo había tenido lugar una reunión del Comité Permanente de Defensa Nacional francés, en la que el Primer Ministro León Blum propuso un cambio en la postura con respeto a la República y el inicio de la ayuda directa; los jefes de Estado Mayor y el Ministro de Guerra se opusieron con fuerza, aduciendo que la intervención en España acarrearía una guerra general y que Inglaterra se distanciaría de Francia si ésta abandonaba la no-intervención. En todo caso, la amenaza real y más inmediata para Francia estaba en el norte y en el este. Abrirse un nuevo frente en el sur habría sido muy arriesgado, aparte de que no estoy seguro de lo que habría conseguido haciéndose con una franja de terreno en el norte de Cataluña.

Franco era un líder cauto hasta el extremo. Allí donde Hitler y Mussolini habrían ignorado la amenaza francesa y la habrían considerado un bluff, Franco se la tomó muy en serio. Militarmente detener la conquista de Cataluña era una error garrafal, pero si introducimos el factor político, se trataba de una decisión racional.

Algún historiador, empezando por Paul Preston, ha apuntado a que el objetivo de Franco era no tanto conquistar territorio y terminar la guerra pronto como destruir al adversario. La conquista de Cataluña en la primavera de 1938 habría provocado posiblemente el colapso de la República y Franco se habría encontrado entre las manos con un inmenso territorio que “pacificar”, lleno aún de armas y de los remanentes del Ejército republicano. Me parece un argumento un poco alambicado. Es cierto que con otro caudillo la Guerra Civil habría podido acabar un año antes de lo que acabó, pero la lentitud de los avances nacionales, cabe atribuirla al carácter metódico de Franco y a que era un estratega mediocre, que no sabía ver las oportunidades estratégicas ni aunque se las entregaran en bandeja.

Precisamente un olvido imperdonable en abril de 1938, que no se puede excusar de ninguna manera, fue que las tropas nacionales que avanzaban hacia el Mediterráneo por la ribera sur del Ebro, no establecieran cabezas de puente en la ribera norte, que les sirvieran de plataforma para una ulterior campaña sobre Cataluña. Ese descuido permitió que los republicanos pudieran fortificarse en la frontera norte y posteriormente cruzar el Ebro en julio de 1938.

Y ahora que he mencionado los errores de Franco, hay que entrar en los del General Rojo.

Rojo fue, sin duda, el General más brillante, imaginativo e innovador de los generales de la Guerra Civil. El diseño de sus ofensivas destaca por su originalidad y buena preparación; siempre tomaron por sorpresa al bando enemigo. Ramón Salas Larrazábal, en su “Historia del Ejército Popular de la República”, no muestra tanta estima por sus dotes estratégicas, pero sí que habla con admiración de sus habilidades logísticas y organizativas. Porque, se mire como se mire, fue un prodigio que en tres meses escasos fuera capaz de convertir un ejército derrotado, desmoralizado y machacado en una fuerza de combate capaz de ejecutar el paso del Ebro.

La ofensivas diseñadas por Rojo solían seguir este patrón: tremenda sorpresa inicial del bando nacional; avance rápido durante los primeros días; la ofensiva se atascaba; contraofensiva nacional que después de duros combates recuperaba el terreno perdido. En mi opinión la razón fundamental del fracaso de las ofensivas ideadas por Rojo era el Ejército republicano, cuya creación había comenzado en el otoño de 1936 a partir de las milicias entonces existentes, ya que el Ejército pre-bélico había sido disuelto en 19 de julio de 1936, una medida que sólo afectó al bando republicano y que tendría consecuencias funestas en los primeros meses de la guerra. Alguien dijo que el Ejército republicano fue un Ejército que estuvo toda la guerra en rodaje, que no es la mejor manera de hacer una guerra. Tras la batalla de Brunete, que fue la presentación en sociedad del nuevo Ejército Popular Republicano, el teniente coronel republicano Francisco Ciutat dijo en el informe que preparó sobre la batalla:”… las divisiones republicanas demostraron que aún no estaban en condiciones de explotar a fondo, en el curso de la operación ofensiva, el éxito táctico de la ruptura: sabían romper a fuerza de coraje la defensa del adversario, pero no sabían explotar debidamente el éxito inicial conseguido.” Esto juicio cabe extenderlo a todo resto del conflicto. Rojo apuntaría dos motivos más para sus fracasos: la escasez de armamento y la inferioridad aérea. Este segundo motivo tendría una influencia decisiva en los combates.

Con Rojo me pasa como con el General confederado Robert E. Lee. Ambos tienen numerosos admiradores que creen que eran brillantísimos. Puede, pero el caso es que perdieron sus respectivas guerras. Es como un estudiante que asista a todas las clases, tome muy bien los apuntes y haga preguntas muy pertinentes en clase, pero luego suspenda los exámenes. ¿Es realmente brillante? ¿Es brillante diseñar ofensivas muy bien planificadas pero que exceden las capacidades el ejército que las tiene que planificar? Ahí lo dejo.

 

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