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El hombre milagroso en Vietnam y dos personajes más (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Me gustan los historiadores que son conscientes de la influencia de las personas en la Historia. Cierto que al final lo que manda son las grandes tendencias, pero hay personas que pueden marcar la diferencia y hacer que la tendencia se desvíe un poco a la derecha o a la izquierda. Me encantan los historiadores que saben describir a esos individuos a la manera de los escritores cuando crean un personaje redondo. Ésa fue una de las razones de que me gustara tanto “America’s Miracle Man in Vietnam” de Seth Jacobs.

En dicho libro Jacobs relata cómo EEUU en los momentos iniciales de la Guerra de Vietnam y de la andadura de la República de Vietnam del Sur, optó por un político tan improbable como Ngo Dinh Diem, todo un personaje que cualquier escritor se hubiera enorgullecido de inventar. Pero Ngo Dinh Diem no fue el único personaje notable que circuló en aquellos años por Vietnam del Sur. El libro recoge también las figuras de Edward Landsdale y de Tom Dooley, otros dos personajes pintorescos, que me da pena que no se me hayan ocurrido a mí.

Ngo Dinh Diem era un vietnamita atípico. Había estudiado francés, latín y chino clásico. De familia católica, de adolescente entró en un monasterio, de donde se salió porque lo suyo era imponer normas, no que se las impusieran. No obstante, para que quedase claro de por donde iban los tiros, hizo voto de celibato, que cumplió. Formado tanto en la tradición católica como en la confuciana, renegaba del colonialismo francés, a pesar de la educación recibida en el liceo. Trabajador e incorruptible, dos características, sobre todo la segunda, que no menudearían entre los políticos survietnamitas.

En 1951 Diem realizó el movimiento que le catapultaría al liderazgo de la República de Vietnam del Sur: se trasladó a EEUU para hacer lobby. Diem les pareció a muchos decisores norteamericanos un sueño hecho realidad: un vietnamita que proponía una tercera vía entre la comunista y la del colonialismo francés; un anticomunista ferviente; un católico, con quien parecía más fácil entenderse que con un budista o un confuciano extraños e impenetrables; un hombre firme y resuelto, que se alejaba de los estereotipos de los asiáticos indolentes y afeminados. Diem parecía hecho de la misma pasta que otros líderes por los que EEUU apostó en esos años en Asia para frenar al comunismo, hombres como Syngman Rhee en Corea o Ferdinand Marcos en Filipinas. No obstante, hubo una minoría que tuvo sus dudas: Diem era inflexible, lo que no resultaba muy aconsejable en una situación política tan fluida como la de Vietnam del Sur, y era un católico fanático en medio de una mayoría budista. A la postre se demostraría que esta minoría llevaba razón.

En junio de 1954, tras la firma de los Acuerdos de Ginebra que pusieron fin a la Primera Guerra de Indochina y supusieron el fin de la presencia francesa, el Emperador Bao Dai, a sugerencia norteamericana, nombró a Diem Primer Ministro. El primer año y medio de su mandato fue prometedor y pareció justificar las expectativas que sus mentores norteamericanos habían puesto en él. Estabilizó la situación a pesar de todos los obstáculos y asentó su poder. Ah, y de paso se deshizo del Emperador Bao Dai mediante un referéndum que daba a escoger entre Diem y el Emperador y en el que el primero obtuvo el 98,2% de los votos. Ya puestos a cometer un fraude masivo, no sé porqué no se adjudicó el 100%, con lo que seguro que habría batido un récord de algún tipo.

Los retos a los que se tuvo que enfrentar eran tantos, que sus mentores no advirtieron sus deficiencias, que ya apuntaban, y que le llevarían al desastre. La primera fue su autoritarismo. Hay hombres incorruptibles en lo que se refiere al dinero, pero absolutamente corruptibles en lo que atañe al poder. Diem era austero como un monje y el dinero no le atraía, pero no podía decirse lo mismo de algunos de su círculo, especialmente de su cuñada Tran Le Xuan. Otro defecto suyo era que sólo concebía una manera de tratar con los rivales: destruirlos; le faltaba la flexibilidad necesaria para hacer del rival un aliado, algo muy grave en una sociedad tan dividida en facciones. Ah, por cierto, para Diem era rival todo aquel que no comulgase con sus ideas y no estuviese de acuerdo con que él fuese el mandamás. Un último defecto suyo, al que ya he aludido, era su inflexibilidad. No sabía adaptarse a los cambios de las circunstancias, ni cambiar sus planes en función de cómo fuesen yendo las cosas.

Ngo Dinh Diem fue volviéndose progresivamente más autoritario. La libertad de prensa estaba muy severamente restringida. Todos los medios, desde la tortura hasta la ejecución extrajudicial, eran válidos contra los sopechosos de comunismo. Las elecciones legislativas de 1959 fueron un chiste. Los partidos pro-gubernamentales consiguieron 123 de los 125 escaños en liza.

Uno de sus grandes fiascos, que causó gran descontento entre el campesinado, fue el programa de poblados estratégicos. La idea era reubicar a los campesinos en poblados más grandes para cortarlos de la guerrilla y que no pudiesen servirle de fuente de aprovisionamiento e información. El programa fue un desastre, tanto porque estaba mal planteado, como por la corrupción que le acompañó.

Lo que finalmente acabaría con su régimen fue el enfrentamiento con la mayoría budista. Con el paso de los años el acoso al budismo había ido creciendo. Diem veía en los budistas un obstáculo a sus planes para reformar la sociedad. En mayo de 1963 una provocación absurda, – la prohibición de que ondeasen banderas budistas durante una gran fiesta budista, cuando poco antes se había permitido que ondeasen banderas católicas durante la elevación de su hermano Ngo Dinh Thuc al Obispado-, ocasionó una oleada de protestas que tuvo gran eco internacional. De pronto EEUU dejó de estar seguro de que Diem fuera el hombre que necesitaba para hacer frente al comunismo en Vietnam del Sur. La Administración Kennedy dio luz verde a los generales que estaban conspirando contra él. El 1 de noviembre de 1963 Diem se convirtió en agua pasada.

El mejor testimonio sobre lo que representaba Diem lo dio su enemigo Ho Chi Minh, cuando expresó su incredulidad ante el hecho de que los norteamericanos hubiesen promovido su asesinato. A pesar de sus defectos, había demostrado ser el único capaz de dar estabilidad a Vietnam del Sur y de oponerse eficazmente a los comunistas. Tras su muerte, la Historia de Vietnam del Sur iría cuesta abajo.

 

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