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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El Gran Sucesor (3)

Emilio de Miguel Calabia el

En 1994 el Gran Corazón dejó de latir. Fue la manera poética con la que Radio Pyongyang anunció la muerte de Kim Il-Sung. Aunque el régimen llevaba 20 años preparando la sucesión, no dejó de ser un shock. El culto a la personalidad permeaba todas las actividades y Kim Il-Sung tenía un carisma del que carecía su hijo. Por mucho que se hubiese estado preparando durante años, lo de una sucesión hereditaria en un régimen marxista-leninista tenía su aquél. No obstante, lo más problemático fue que la muerte de Kim Il-Sung ocurrió en lo más duro de la hambruna que sacudió el país en la década de los noventa y que estuvo provocada en parte por la mala gestión. Kim Jong-Il cumplió un período de duelo de tres años. Fifield afirma que fue “porque acababa de recibir un legado catastrófico y estaba ansioso por evitar que le culparan de ello.” Aquí discrepo. Confucio dijo que los hijos verdaderamente filiales llevaban luto por sus padres durante tres años y que durante ese período no debían alterar nada de lo que sus padres hubiesen establecido. Por mucho marxismo que les hayan inculcado, la impronta del confucianismo en Corea del Norte es muy fuerte. Yo creo que Kim Jong-Il no hizo más que seguir lo que se esperaba de un buen hijo confuciano.

Para hablar de la sucesión de Kim Jong-Il, que se produjo en 2011, es preciso hablar previamente de su vida privada.

En 1966, su padre le casó con Hong Il-chon, que poseía las credenciales revolucionarias necesarias; su padre había muerto en la guerra de Corea. Con ella tuvo una hija, Kim Hye-kyung. En 1969 se divorciaron y Hong tuvo una carrera profesional y política privilegiada hasta su jubilación a los 70 años.

A Kim Jong-Il le gustaban el cine, las mujeres y el poder y no está claro cuál era su orden de prioridades. En 1970 conjugó dos de sus tres prioridades, cuando mantuvo una relación con la famosa actriz Song Hye Rim. Song Hye Rim era mayor que él, tenía un hijo y estaba casada. Lo primero resulta chocante en una sociedad asiática en la que por principio los hombres buscan mujeres más jóvenes que ellos. Lo segundo también era un tanto inusual; en las culturas asiáticas no es tan normal que un hombre, sobre todo de la élite, acepte una pareja que ya tiene hijos de una relación anterior. En cuanto a lo tercero, cuando uno es el hijo del jefe máximo, el estado civil de tu amante es irrelevante… o no tanto. Kim Jong-Il tardó cuatro años en anunciarle a su padre que había tenido un hijo. Esto lo asegura Anna Fifield y no tengo motivos para dudarlo, aunque me sorprendería que en un régimen policiaco como el norcoreano, Kim Il-Sung no estuviera ya enterado.

El hijo que tuvo con Song Hye Rim nació en 1971 y le llamaron Kim Jong-Nam. Para la tradición confuciana es muy importante contar con un heredero varón. Kim Jong-Il adoró a Kim Jong-Nam desde que nació. “El joven príncipe [Kim Jong-Il] mecía a su inquieto hijo sobre sus hombros para que se durmiera, sosteniéndole en brazos hasta que dejaba de llorar, y le susurraba como calman las madres a un bebé que llora”, según el testimonio de la hermana de Song Hye Rim.

Kim Jong-Nam tuvo una infancia de lo más peculiar. Aislado del mundo y sin amigos de su edad, tenía, sin embargo, todos los caprichos que podía desear. Su padre se ocupaba que le trajeran los mejores juguetes de todo el mundo y, según afirma Fifield, se gastaba un millón de dólares al año en regalos para su hijo. Para celebrar su octavo cumpleaños le ataviaron con un uniforme de mariscal del Ejército y comenzaron a llamarle Camarada General.

Pero había mucha miseria detrás de tanto lujo. Su madre se deprimió. Había abandonado una exitosa carrera como actriz para verse tratada como un secreto vergonzoso. Cuando Kim Jong-Nam tenía tres años, se marchó a Moscú para un tratamiento médico y ya no volvió. Al niño lo criaron su abuela y su tía materna.

En 1974 Kim Il-Sung obligó a su hijo a que se casase con Kim Young-sook, que era hija de un militar de alto rango. Fue un matrimonio sin amor, que no funcionó. Tuvieron dos hijas.

Algún tiempo después se repitió la historia que había sucedido con Song Hye-rim. Kim Jong-Il volvió a enamorarse. En esta ocasión la afortunada fue una bailarina de origen coreano que había nacido en Japón, Ko Yong Hui. Con ella tuvo dos hijos y una hija: Jong Chul, Jong Un y Yo Jong (la hija). Recibieron el mismo tipo de educación estrafalaria que había recibido Kim Jong-Nam: aislamiento casi total y todos los caprichos materiales que quisieran.

En los años siguientes habría una lucha sorda por la sucesión de la que faltan todos los detalles. Song Hye-Rim volvió de Moscú y se convirtió en un dolor de cabeza permanente. Inestable emocionalmente y frustrada por haber renunciado a su carrera como actriz, no hacía más que generar malestar. En cambio, Ko Yong Hui se portaba como una compañera complaciente y atenta.

No obstante, parece que en los noventa Kim Jong-Il aún pretendía que le sucediera su primogénito Kim Jong-Nam. Algunos detalles: en 1995 le regaló un uniforme de general; ambos hicieron un viaje juntos al mítico Monte Paektu; Kim Jong-Nam comenzó a acumular puestos, aunque no de tanta enjundia como los que había acumulado su padre cuando era heredero in péctore. Fue designado instructor en la Oficina de Agitación y Propaganda del Partido, alto cargo en la Oficina de Seguridad del Ministerio de Defensa, Presidente del Comité de Informática (a los niños corrientes, cuando se obsesionan con los videojuegos, los padres les quitan la consola; a los hijos de los dictadores les nombran cargos chulos que tengan que ver con la informática); alto cargo en el Ministerio de Seguridad Estatal.

A pesar de todo, las cosas no iban del todo bien para Kim Jong-Nam. Su gusto por salir de farra y emborracharse en Pyongyang llegó a oídos de su padre, que se cogió un buen cabreo. Es posible que el carácter extravagante e impredecible de Kim Jong-Nam le causase recelos a Kim Jong-Il. Además, que fuera ilegítimo era un poco embarazoso. Los norcoreanos pueden ser muy marxistas, pero también son muy confucianos.

Fue entonces que sucedió el extraño incidente del Aeropuerto de Narita. El 1 de mayo de 2001 Kim Jong-Nam fue detenido en el aeropuerto de Narita, cuando intentaba entrar en Japón, acompañado de su amante, una niñera y su hijo de cuatro años. Kim Jong-Nam viajaba con un pasaporte dominicano falso a nombre de Pang Xiong, “oso gordo” en chino, un apelativo que le venía como anillo al dedo, dado su aspecto físico. La explicación que dio fue que quería visitar la Disneylandia japonesa. A raíz del escándalo se supo que Kim Jong-Nam había visitado Japón de incógnito en numerosas ocasiones. Dice la rumorología que en esos viajes “disfrutaba” de las casas de masajes japonesas. Fifield recoge el rumor que circuló en Seúl de que era Ko Yong Hui quien había filtrado los planes de viaje de Kim Jong-Nam para desprestigiarle. Si eso es cierto, el plan le salió redondo: Kim Jong-Nam se instaló en Macao, no se sabe si voluntaria o forzosamente y salió de la carrera sucesoria.

 

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