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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Disneylandia para adultos (1)

Emilio de Miguel Calabia el

(El inimitable, incorregible e impresentable Bernard Trink)

Dicen que la idea de que Tailandia era un destino atractivo para el turismo sexual, comenzó en los años sesenta con el denominado “rest and recreation” (también denominado informalmente “Intoxication and Intercourse”, es decir, “Borrachera y folleteo”) de los soldados norteamericanos que combatían en Vietnam. Fue entonces que Pattaya, que entonces era poco más que un pueblo de pescadores con algunos hoteles a los que iban de fin de semana las familias de Bangkok, se convirtió en una de las localidades más famosas en los recorridos de turismo sexual del mundo.

No estoy seguro de si no habría que modificar la idea de que fue el “rest and recreation” el que trajo el turismo sexual a Tailandia. El gran patriarca de las letras tailandesas, Kukrit Pramoj, tiene una novela publicada en 1954, que se titula “Muchas vidas”. Un barco se hunde y mueren sus pasajeros. Kukrit se pregunta qué karma tendrían que les llevó a morir en el mismo accidente. Imagina las vidas de varios de ellos: un monje, un bandido, un actor, un príncipe de tapadillo y… una prostituta. Me llama la atención que, entre los doce personajes que retrata, uno sea una prostituta. ¿Fue una elección puramente literaria o respondía a una sociedad en la que se trataba de un personaje conspicuo? No lo sé y por eso tomaré por buena la teoría del “rest and recreation”.

Un testimonio de un ex-combatiente australiano, que encontré en internet, cuenta: “No había nada que no estuviera en venta (…) se proporcionaba cualquier deseo concebible. Durante los días de “R&R había muchos hoteles baratos buenos y desde luego no escaseaban los masajes (…) Una compañía y guía turística las 24 horas del día costaba en torno a 400-500 bahts, 20-25 dólares australianos, con la opción de prolongar…” Efectivamente, más allá del sexo, muchas veces el soldado apreciaba la compañía y tener una guía personal que le enseñase en el país. En ocasiones esos encuentros terminaron en matrimonios.

Una anécdota que encontré y que no me resisto a contar. Un marine jovencito mandó a casa fotos de un club de estriptís en el que había estado. Su madre, indignada, llamó a su congresista para decirle que el servicio militar estaba corrompiendo a su hijo. Al parecer ver un espectáculo de estriptís podía arruinar su moral más que matar guerrilleros vietnamitas.

Tailandia como destino de turismo sexual acaso habría podido quedar reservado para los anglosajones, si no hubiese aparecido la película “Emmanuelle” en 1974 de Just Jaeckin. “Emmanuelle” cuenta la historia de la joven esposa de un diplomático francés destinado en Bangkok, que va a reunirse con su marido, el cual la inicia en los secretos del sexo refinado. “Emmanuelle” fue un gran éxito en su día. La censura iba desapareciendo lentamente en Europa y para los estándares del erotismo de aquellos años era una película muy osada. Es una película que ha envejecido mal y que en ocasiones es pretenciosa. El marido diplomático es tan cursi, que en ocasiones da la sensación de que su intérprete, Alain Cuny, lo estuviese tratando como una parodia. Más allá de sus defectos, “Emmanuelle” puso a Tailandia en el mapa del erotismo refinado.

Bueno, he exagerado. El turismo sexual que llegó a Tailandia nunca fue refinado. “Emmanuelle” había creado la expectativa de un erotismo refinado, pero lo que quería el turista sexual se parecía más a lo que buscaba el marine de los años 60: sexo y borracheras. El gran cronista de la vida nocturna de aquellos años fue Bernard Trink, alias “Nite Owl” (el Búho de la Noche). Cada viernes por la tarde publicaba tres páginas sobre la vida nocturna de Bangkok y de Pattaya en “World”. Cuando “The Bangkok Post” compró “World”, sus pudibundos propietarios redujeron esas tres páginas a una sola, que a finales de los 90 aún comprimieron a media página. Era tal el número de seguidores que tenía Trink, que hasta 2004 no consiguieron cargarse por completo su sección.

Trink era una mezcla de periodista atrabilario fascinado por el mundo de la noche, filósofo cínico de vuelta de todo y cómico políticamente muy incorrecto. Trink concebía su página como una suerte de servicio público, una especie de hoja parroquial para adultos. “HADOW BAR (Soi Cowboy), llevado por Ow, ha instalado un nuevo sistema de sonido, tiene nuevas chicas go-go, que bailan al ritmo del rock and roll y del blues y ofrece aperitivos gratis los sábados por la noche.” Un ejemplo de su humor salvaje: “Sabes que va a ser un mal día cuando el pago de tu coche, el pago de tu casa y tu novia tienen un retraso de tres meses.”

Uno de los mantras más repetidos en las columnas de Trink era: “no te enamores de una chica de bar”. “Nunca des tu corazón a una demimondaine (“demimondaine” era un término anticuado con el que Trink se refería a las chicas de los bares): lo masticará y lo escupirá.” “Un lector disputa mi afirmación de que las demimondaines son, a todos los efectos, ladronas. Aparentemente encontró la excepción a la regla. Según lo cuenta, ella vivió con él por una temporada, antes de decidir que volvía al bar. “Cuando se fue, sólo se llevó sus cosas, no la televisión, el estéreo o cualquier otra cosa. Una chica honrada que trabajaba en los bares.”

Las advertencias de Trink sobre las chicas de los bares eran muy oportunas, pero dudo que salvaran muchos corazones y carteras masculinas. Existe una fantasía muy masculina que es la de la pobre chica desvalida, que se ha visto condenada a trabajar en un bar por las circunstancias, pero que puede ser redimida por un hombre que no es como los demás, porque es tierno y todo un caballero. Las tailandesas con su femineidad, sus ganas de complacer y su exotismo proporcionaban un material inigualable para esta fantasía masculina. Tanta que el hombre olvidaba que había habido una transacción comercial de por medio y se decía que su chica de bar era distinta de las demás. Unas pocas relaciones de éstas funcionaron, pero la mayoría…

Lo interesante es que mucho antes de que Tailandia se hubiera convertido en un destino de turismo sexual y de que Trink lanzara sus advertencias, ya había aparecido una novela que prevenía de los riesgos de infatuarse con una dama de la noche. Se trata de “Una mujer de Bangkok” de Jack Reynolds (alias de Jack Jones), publicada en 1956. Es la historia de Reggie Joyce, un joven inglés ingenuo que llega a Bangkok y cae en las garras de Vilai, alias “El leopardo blanco”, una chica de bar muy bella y carismática. Reggie está románticamente obsesionado con Vilai; ve impotente cómo ésta le saca el dinero y cómo su amor no es realmente correspondido, pero no puede zafarse. Es más fuerte que él. Los escasos momentos de éxtasis con Vilai y la historia que se ha montado en la cabeza, le compensan de toda la angustia y el sufrimiento. La relación enfermiza que mantienen y la actitud del hombre me recuerdan mucho a la historia del protagonista de “Servidumbre humana” de Somerset Maugham y la relación que mantiene con la camarera Mildred. La novela de Reynolds merece leerse si no por la trama un tanto endeble, por su magnífica descripción de la Tailandia de la década de los cincuenta.

 

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