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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Todos los nombres

Emilio de Miguel Calabia el

Sólo he leído dos novelas de Saramago, “Todos los nombres” y “Ensayo sobre la lucidez”. Las dos me decepcionaron profundamente, que es la manera fina de decir que me aburrieron. No me he atrevido a leer nada más de Saramago. La vida es demasiado corta como para leer tres veces a un autor que ya te ha decepcionado dos.

El planteamiento inicial de ambas me parece de lo más interesante, pero sólo comentaré la primera de ellas. Si hablo de las dos en la misma entrada, me temo que terminaré bostezando. En “Todos los nombres”, don José, un empleado del registro, tiene como pasatiempo recopilar noticias sobre famosos. Se hace con varios certificados de nacimiento para extraer los datos para su colección y entonces se encuentra que por error se ha llevado también el certificado de nacimiento de una desconocida. De pronto, le entra la urgencia de conocer más sobre la vida de esa persona. La novela será la historia de la obsesión de don José y de sus intentos por profundizar más en esa vida desconocida. Esa obsesión, además, le hará salir de sí mismo y de su vida enclaustrada, gris y monótona y atreverse a hacer cosas que antes no se le habrían ocurrido.

Hubo muchas cosas que no me gustaron en la novela. La que menos, el estilo de Saramago, que en lugar de contarte las cosas, pareciera que te dijera que te las va a contar. Por decirlo de otra manera. Saramago no escribe: “La niña se tomó la sopa”. Saramago te dice: “Como es habitual entre los niños a la hora de la cena, a la niña le sirvieron una sopa ni muy caliente ni muy fría, que es como se deben servir las sopas, a menos que sean de sobre, en cuyo caso hay que elevar un grado el punto de calor”. ¿Exagero? Veamos el episodio en el que Don José se mete en la escuela en la que la mujer desconocida estudió, porque quiere encontrar su ficha escolar:

“El respeto por la realidad de los hechos y la simple obligación moral de no ofender la credibilidad de quien se ha dispuesto a aceptar como razonables y coherentes las peripecias de tan inaudita búsqueda reclaman la inmediata aclaración de que don José no cayó suavemente desde el pretil de la ventana, como una hoja que se hubiese soltado de la rama. Por el contrario, lo ocurrido es que cayó desamparado, como caería el árbol entero, cuando hubiera sido tan fácil irse escurriendo poco a poco de su momentáneo asiento hasta tocar con los pies en el suelo. La caída, por la dureza del choque y por la sucesión de contactos dolorosos, incluso antes de que los ojos lo hubiesen podido confirmar, le mostró que el lugar donde se encontraba era como una prolongación del alpende exterior, o más probablemente su inverso, ambos sitios destinados a trastero, pero primero éste, y sólo después, faltando aquí espacio, el de fuera.”

Puede que uno o dos párrafos escritos de esta manera tenga su gracia, pero una novela en la que estos párrafos se entrelazan hasta el infinito y más allá, termina por cansar.

Otra cuestión que no me gustó es que no llegué a creerme la obsesión de don José por esa mujer desconocida. “Al contrario de lo que deseaba, don José no pudo dormir con la relativa paz de costumbre. Perseguía en el laberinto confuso de su cabeza sin metafísica el rastro de los motivos que lo habían llevado a copiar la ficha de la mujer desconocida, y no conseguía encontrar uno solo que hubiese podido determinar, conscientemente, la inopinada acción.” Pues a mí me pasa lo mismo que a don José, que no doy con el motivo por el que se obsesiona tanto con ella, que su carácter se transforma en el de un hombre casi osado. No creyéndome esa premisa fundamental para que funcione la historia, el resto de libro me pareció que rozaba el despropósito.

Pero, como hay gente para todo, donde yo vi un libro pesado y con una premisa inverosímil, otras personas han visto cosas mucho más fascinantes: un llamamiento a que cumplamos nuestros sueños; una imagen del amor como algo que se persigue sin llegar a alcanzarlo y en cuya persecución nos herimos; una crítica sarcástica de la burocracia; una reflexión sobre la identidad…

Aquí y allá, hay frases interesantes, que despertaron mi curiosidad: “Conoces el nombre que te dieron, no conoces el nombre que tienes”; A lo largo de los cruces de tu camino te encontrarás con otras vidas: conocerlas o no conocerlas, vivirlas a fondo o dejarlas correr, es asunto que solo depende de la elección que efectúas en un instante. Aunque no lo sepas, en pasar de largo o desviarte está en juego tu existencia y la de quien está a tu lado”; “El cuerpo que sueña es real, por tanto, salvo opinión más autorizada, también tiene que ser real el sueño que está soñando”; “El espíritu no va a ningún lado sin las piernas del cuerpo, y el cuerpo no sería capaz de moverse si le faltasen las alas del espíritu”. No sé si se trata de frases muy profundas o de reflexiones genialoides a la manera de Paolo Coelho. Lo dejo en empate.

 

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