Ludmila Vinogradoff el 04 jul, 2022 El gobierno de Nicolás Maduro se ha vinculado con lo peor y lo más peligroso del mundo como es el caso de Vladimir Putin. Su falta de escrúpulos y perspectiva lo ha llevado a marcar la vergüenza de ser venezolanos en todos los niveles en que se encuentren, dentro y fuera del país. el canciller ruso y el embajador venezolano El ex embajador de Maduro en Moscú, Carlos Faría, y ahora canciller, hijo del fundador del partido comunista de Venezuela, se reunió en Moscú con el canciller ruso, Seguei Lavrov, contra todas las críticas de opositores por la polémica reunión. Hasta el menos sensible de los izquierdistas repudia y condenaría la invasión del gobernante ruso en Ucrania, con una guerra atroz, feroz y cruel después de más de cuatro meses que solo ha dejado decenas de miles de muertes, desolación, ruina y hambruna mundial. Nadie en su sano juicio puede apoyar el genocidio de Putin, pero Maduro y sus ministros lo hacen cuando se casan con el verdugo de los ucranianos. Es el mismo verdugo que ha expoliado los recursos de Venezuela, Cuba y Nicaragua a cambio de armas para perpetuar sus regímenes en el poder. Los riesgos de vincularse con Putin conducen a la ruina de un país, la vergüenza y la muerte. En el caso de Venezuela, Rusia se apropió del mercado petrolero de EEUU que tenía Venezuela cuando Maduro fue sancionado hace tres años, y cuando Rusia fue sancionada por su guerra a Ucrania, los fondos de Venezuela guardados en Moscú fueron congelados con el peligro de que nunca los recuperara porque Putin los usaría para financiar su guerra o cobrarse la factura de armas militares que le ha vendido al ministro venezolano de Defensa, Vladimir Padrino López. El gobernante ruso ha demostrado que hacer negocios con él es como hacer negocios con el diablo y las mafias. En los convenios bilaterales firmados no se escucha hablar de democracia, sino de “paz” y “cooperación beneficiosa” entre las partes. Esa es la retórica que ha impuesto la madre del comunismo. Igual ocurre con China e Irán que han sabido aprovecharse de las debilidades y necesidades del gobernante venezolano. Lo único cierto es que en ese club de “sancionados” no hay nada gratis y la solidaridad se paga con “sangre y fuego”, en rublos o yuanes, que es el estilo de las mafias y carteles de drogas. Cuando alguno de los íntimos de Putin intenta darle la espalda, seguro que encontrará una cortina de hierro que le impedirá escapar. Es el caso de Vadim Zimin, el oficial que le llevaba el maletín del botón o código nuclear de Putin, que amaneció baleado el lunes pasado. El coronel retirado Zimin, de 53 años, fue hallado en un charco de sangre, según el diario “The Kyiv Post”, tras supuestamente dispararse con una pistola. Trabajaba en el Servicio de Seguridad Federal (FSB), la ex KGB, responsable del maletín nuclear de Putin. Así como Zimin, más de una docena de generales del alto mando militar de Putin han sido encontrados muertos, aparentemente por suicidio. Y otros envenenados. También los denominados oligarcas rusos, más de una docena, que se han enriquecidos a costa del favor de Putin. No sabemos el motivo oficial, pero la escena del crimen habla por si sola. Otros rusos como el diplomático Boris Bondarev han preferido renunciar a sus privilegios como su cargo en Ginebra de las Naciones Unidas por estar en desacuerdo con Moscú. “La agresión desatada por Putin contra Ucrania (…) no es sólo un crimen contra el pueblo ucraniano, sino también, quizás, el crimen más grave contra el pueblo de Rusia” y yo añadiría contra el pueblo de Venezuela y de América Latina. Hay millones y millones de voces contra la guerra de Putin. No se puede acallar a todos, sobre todo ahora con los avances de la cibernética, del internet y las redes sociales. En cuatro meses de guerra los rusos se han ganado el rechazo y la vergüenza del mundo gracias a Putin. La inmediatez de las noticias gracias a la velocidad del internet y las redes aseguran el fracaso anunciado de la guerra iniciada. No hay posibilidad de que la maldad triunfe. Si Putin pensara un poco en sus hijos y descendientes no les dejaría como herencia el infierno y la destrucción en que les tocará vivir. Y si Maduro pensara un poco en su hijo, nietos y sobrinos, tampoco les dejaría el desastre en que ha convertido el país. Nunca es tarde para rectificar y si no lo hacen a tiempo el internet se los llevará por delante, no les ayudará a limpiar el rostro genocida de sus crímenes por mucho que lo intenten. Ya están sentenciados por las redes sociales, que es el peor castigo del escrache y el repudio público. política Tags Boris Bondarevnicolás madurorusiasancionadosVadim ZeminvenezuelaVladimir Putin Comentarios Ludmila Vinogradoff el 04 jul, 2022