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Blogs El bochinche venezolano por Ludmila Vinogradoff

La pandemia del hambre

Ludmila Vinogradoff el

Después de ser uno de los países más ricos de América Latina, Venezuela entró al triste club de los cinco más famélicos del mundo donde se combinan dos pandemias: la del Convid-19 y la del hambre, dicho por la propia Naciones Unidas.

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP) alertó que a finales del 2019 habían 135 millones de personas que vivían con niveles de hambre “extremos” pero con el confinamiento por el coronavirus, la cifra aumentó a 265 millones que han caído al nivel del desahucio nutricional.

Y entre ellos se encuentra Venezuela al borde de la hambruna y la catástrofe humanitaria junto a cuatro países más también vulnerables como Yemen, República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Afganistán, que conforman el club de los más hambrientos del mundo.

“Antes de que el coronavirus se convirtiera en un problema, decía que 2020 enfrentaría la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial por varias razones”, apuntó David Beasley, director del programa WFP “Ahora, con el covid-19, quiero enfatizar que no solo estamos enfrentando una pandemia, sino también una catástrofe humanitaria global”.

Venezuela padece de dos virus: el Covid-19 y el de Nicolás Maduro. Son dos crisis, una dentro de otra que han pulverizado el país sudamericano donde el régimen totalitario chavista no es capaz de resolver los problemas que él mismo ha causado para atender a sus 30 millones de habitantes. Su única respuesta ha sido la de reprimir a toda persona que le critique.

De los 193 países en el mundo, Venezuela es el único que enfrenta el coronavirus sin combustible para que sus habitantes se puedan transportar paradójicamente siendo el que tiene las mayores reservas petrolíferas del mundo. El régimen chavista ha destruido la industria petrolera nacional por ineptitud y corrupción, dejándola en la ruina. Y para colmo no hay gas, ni electricidad, ni agua, ni comida ni medicina.

Hoy llevando en mulas los productos del campo. Así era hace 100 años.

La falta de gasolina ha hecho colapsar a los agricultores, que han tenido que botar sus cosechas a la orilla de la carretera porque no pueden llevar sus productos a las ciudades. Otros productores han contratado mulas, burros y caballos para transportar su mercancía, aunque se sientan regresar 100 años atrás en el tiempo cuando el arado se hacía con bueyes y no con tractores.

Botando tomates por falta de gasolina

El retroceso por la falta de gasolina ha dejado el campo yermo y vacío para la nueva siembra, lo que pronostica una hambruna que no podrá superarse si no se toman decisiones drásticas para detener la agudización de la crisis y no caiga a niveles catastróficos.

“Veremos a la Cruz Roja repartiendo sopa en cada esquina porque los venezolanos no supimos sembrar el petróleo “, vaticinó el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri hace dos décadas, justo cuando comenzó la era chavista.

Según un informe publicado a fines de febrero por el WFP, casi un tercio de la población venezolana (un 32,3%) padece inseguridad alimentaria y necesita ayuda. Son 9 millones de personas que con la agudización de la crisis podría duplicarse.

Es decir, sufren “carencias extremas en el consumo de alimentos, o la pérdida extrema de medios de vida que podría conducir a carencias en el consumo de alimentos o algo peor”.

El país ha perdido más de un 50% de su PIB desde que Nicolás Maduro llegó a la presidencia, una contracción de la economía que ha tenido consecuencias sobre la alimentación de los venezolanos. Para este año el FMI vaticina una caída del 15% del PIB y una inflación que supera los cinco dígitos.

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