Daniel Tercero el 20 oct, 2020 Murió Joseph Pérez. Se nos van los jacobinos eruditos y no se otea renovación intelectual. Los tiempos no acompañan y frente al desánimo solo queda guardar la plaza, recuperar lecturas y actualizar conceptos. Alejarse de Twitter y volver al papel. Pérez es un buen refugio para tomar perspectiva e intentar sacar conclusiones de esta España alborotada (que tan bien conocía el hijo de valencianos), en la que Felipe VI es, con su permanente defensa del orden constitucional, el primer y el mejor ciudadano republicano. El Rey es, para decirlo en términos decimonónicos, la antítesis de Fernando VII, el abuelo del abuelo de su abuelo. No se puede separar del Pérez historiador el Pérez analista y bien lo demuestra en sus críticas a ensayos, así como en los artículos que publicó en prensa (pocos a gusto de algunos) y, sobre todo, en las revistas especializadas, si dejamos a un lado, obviamente, su obra investigadora. Así, ahora que andan los españoles diciendo que hay que poner el país patas arriba es admirable, a la vez que descorazonador, una joya como el breve texto que Pérez firmó en la revista Saber leer (número 149, noviembre de 2001), a su vez una auténtica delicia de publicación que la Fundación Juan March editó entre 1987 y 2003. Poder consultar aquel archivo es, no cabe duda, una de las pocas alegrías que nos depara internet. Aprovechando la reseña del libro de Claude Nicolet Historia, Nación, República (publicado en el año 2000 y sin traducción al español), Pérez explica a los que quieran oírle (pedir que le escuchen ya sería un imposible) lo que significa un Estado republicano en el siglo XXI. Un Estado jacobino, en realidad, pues no engaña y titula su artículo «Elogio del jacobinismo». Es cierto que a Pérez le duele la Francia de inicios de siglo, que le pilla ya a punto de cumplir los 70 años, pero abruma ir leyendo las líneas de las cuatro columnas del texto sin ver reflejado en ellas la absurda discusión, que reina hoy entre ciertas élites españolas, sobre el modelo político y conceptual de Estado que necesita España. Juzguen ustedes. De la defensa del Estado como motor de justicia. «El Estado viene a ser la organización y el conjunto de servicios necesarios para que pueda funcionar la república; es la expresión de la soberanía popular, pero a condición de que esta soberanía siga conformándose a la justicia y a los principios de la república. Por eso, el Estado no puede ser solamente, como quiere el liberalismo, el garante de los contratos individuales. El Estado republicano tiene que ser un Estado fuerte porque representa el interés de todos los ciudadanos contra los intereses particulares y contra los feudalismos de toda clase -económicos o regionales-». De la desmitificación de la leyenda negra del jacobinismo. «El jacobinismo significó históricamente el fin de los estamentos y de los privilegios y el inicio de una sociedad de ciudadanos -no ya de súbditos o de vasallos- iguales en derecho, sean cuales fueren sus diferencias étnicas, regionales, sociales o religiosas. (…) No hay que confundir el jacobinismo con el centralismo, que es más bien una creación de inspiración napoleónica. El jacobinismo es perfectamente compatible con una descentralización administrativa. Lo que no admite el jacobinismo es la descentralización política, es decir, un federalismo interno que convertiría a cada región en una unidad política autónoma, sometida a los notables, a los grupos de presión, tal vez a unas mafias». De los que están en contra de los ideales de la república. «Nunca han aceptado plenamente los principios de 1789; su ideal implícito es volver a los estamentos, a los feudalismos, a las antiguas provincias. Esta corriente de opinión exalta la ‘‘Sociedad civil’’ -o sea lo que hasta hace poco se llamaba élites sociales o notables-, una sociedad civil que sus apologistas presentan como base de todas las virtudes -espontaneidad, eficacia, libertad…-, que sacraliza las ‘‘leyes del mercado’’ y sugiere que la economía debe seguir su propio curso sin que el Estado tenga que intervenir para corregir sus excesos y sus injusticias. Se afanan por remontarse a los ‘‘orígenes’’, a las ‘‘raíces’’, a las ‘‘identidades’’. A una república que garantiza la igualdad de derechos y deberes, la libertad de conciencia para todos los ciudadanos, cualesquiera que sean sus orígenes y sus convicciones, se pretende sustituir una sociedad compuesta por comunidades fundadas sobre regiones, etnias, culturas y cultos. A esta evolución se opone la auténtica idea republicana: es preciso respetar las diferencias individuales y las culturas minoritarias, pero ello no justifica que se proclame una diferencia de derechos entre los hombres según sus orígenes raciales, geográficos o ideológicos. (…) La nación se define por la adhesión a valores universales que superan las diferencias étnicas, religiosas o regionales». De la izquierda que se llama republicana. «Lo que preocupa a Nicolet no es que las derechas procuren acabar con la idea republicana -al fin y al cabo, son coherentes con ellas mismas-, sino que varios sectores de la izquierda apoyen aquellos proyectos exaltando las diferencias y las identidades regionales en detrimento del Estado, garante de la igualdad y de la fraternidad entre ciudadanos». Así era Joseph Pérez, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2014. Y, ahora, en esta Monarquía parlamentaria de 2020, ¿con quién creen que se identificaría el historiador? 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