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La invención de Hugo, una película con mucha historia

Pilar Quijada el

Un delicioso viaje desde el cine en 3D a los orígenes del séptimo arte, cuando los primeros cineastas aprendieron a proyectar los sueños en el celuloide. Nos guía el protagonista, Hugo, que tras la muerte de su padre debe sobrevivir en una estación de tren encargado del mantenimiento del gran reloj. Ambientada en el París de los años 30 y dirigida por Martin Scorsese, la película ha logrado once nominaciones a los Oscar. Entre ellas, mejor película mejor director, mejor guión adaptado y mejores efectos especiales.

 Martin Scorsese cuenta en una entrevista exclusiva a ABC, que para rodar esta película se inspiró en el libro Brian Selznick, que leía con su hija, de doce años. “Cada película es un nuevo reto, y ésta – en la que he trabajado por primera vez en 3D-  no ha sido una excepción”,  ha explicado Scorsese, que quería que rodar una película que pudiese ver su hija. Las anteriores producciones del cineasta se caracterizan con una elevado dosis de violencia. Sin embargo, en “La invención de Hugo”  Scorsese cambia el chip para conducirnos por un viaje delicioso viaje de 127 minutos a los orígenes del cine que nos permite acercarnos a directores pioneros como Georges Méliès. (1861-1938), que en 1902, hace ya once décadas, se convirtió en el pionero del cine fantástico con su película Viaje a la Luna, inspirada en la novela De la Tierra a la Luna, de Julio Verne. Una película muda, como el cine de la época, que se resolvía en 14 minutos.

Hay un cierto paralelismo entre los inicios del cine, entonces mudo, y las modernas películas en 3D. En una de las primeras proyecciones públicas en París en 1895 de “Un tren llegando a la estación“, un corto de poco más de un minuto de los hermanos Lumiere, padres del cinematógrafo, los espectadores se levantaban asustados del asiento, ante el realismo de las imágenes, por miedo a que la locomotora les arrollase. Una sopresa parecida a la que se tiene la primera vez que se ve una película en 3D, en las que la tercera dimensión a veces juega malas pasadas. Un buen ejemplo está en el excelente inicio elegido por Scorsese, con una imponente escalera que nos lleva hasta la torre del reloj de la estación de tren. No es la única alusión a los orígenes del cine. Multitud de detalles salpican la cinta y no pasan inadvertidos al aficionado al cine, como la escena en la que hugo queda colgado de la manecilla del reloj.

Además de la historia principal, protagonizada por Hugo Cabret (Asa Butterfield), Scorsese logra captar con maestría varias minihistorias paralelas, que componen la vida de la estación de tren. Allí trascurren los esfuerzos del joven protagonista por desvelar un secreto que le dejó su padre antes de morir, que trasformará su vida y la de quienes le rodean y que le descubrirá un lugar tranquilo y lleno de cariño que podrá considerar el hogar que había perdido. Cuenta para lograrlo con la ayuda de Isabelle (Chloe Moretz), que se convierte en su amiga y cómplice. Sólo el gendarme de la estación nos recuerda que Martin Scorsese es un director que se mueve a sus anchas en otro tipo de cine.

Cerrando un bucle.

Scorsese se inspiró en el libro de Brian Selznick y éste a su vez en una película: “Recuerdo haber visto ‘Viaje a la Luna’, la asombrosa película de Georges Méliès de 1902, y el cohete que se estrellaba contra el ojo de la cara dibujada en la Luna se grabó firmemente en mi imaginación. Quería escribir una historia acerca de un chico que conoce a Méliès, pero no sabía cuál podría ser la trama. Pasaron unos años. Hasta que en 2003, llegó a mis manos un libro titulado ‘Edison’s Eve’, de Gaby Wood. Es una historia sobre autómatas, y para sorpresa mía, uno de los capítulos era sobre Méliès”.

Los autómatas de Méliès (figuras mecánicas que se mueven gracias a unos mecanismos internos que parecen realizar funciones por sí solos) fueron donados a un museo al fallecer el cineasta, donde acabaron olvidados, estropeados por la lluvia y finalmente, tirados a la basura. “Al instante, me imaginé a un chico que se metía entre aquellos desechos y encontraba una de aquellas máquinas rota. Al principio no sabía quién era aquel niño, ni siquiera sabía su nombre. Me pareció que Hugo sonaba bastante francés. La única otra palabra francesa que se me ocurría era cabaret, y pensé que Cabret podría sonar como un auténtico nombre francés. Voilà… había nacido Hugo Cabret”.

La invención de Hugo Cabret (Una novela en palabras e imágenes) ganó el premio Caldecott Medal de 2008, otorgado por la Association of Library Service to Children al libro ilustrado para niños más destacado. Llegó al número uno de la lista de los más vendidos del New York Times, y quedó finalista del Premio Nacional de Novela de Estados Unidos.

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