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Un recuerdo a los juegos en el patio

Un recuerdo a los juegos en el patio
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Con la temporada 19-20 de los Juegos Deportivos de Escuelas Católicas de Madrid cancelada, ese ambiente tan característico del colegio, como es el patio lleno de niños y jóvenes haciendo deporte, ha desaparecido. Partidos de liga los fines de semana, entrenamientos a diario… y por supuesto, todos esos juegos en recreos y clases de Educación Física, son momentos que todos echamos de menos. Las imágenes de los niños saliendo a la calle con su padre o madre, felices por poder estirar las piernas, nos reconfortan a todos, más aún si pensamos que si hacemos las cosas bien cada vez queda menos para volver a jugar en los patios de nuestros colegios.

Y es que aparte de practicar fútbol sala, baloncesto, voleibol o cualquier otro deporte, en esos patios se viven miles de aventuras no solo durante cada curso, sino casi a diario. Y un elemento común a todos esos patios es el juego. No solo para los más pequeños, ya que jugar es una conducta que se repite a todas las edades y a todos los niveles. Por eso, en este artículo, queremos ceder el protagonismo a algunos de los juegos que tienen lugar en la mayoría de colegios, patios o lugares donde haya un grupo de niños dispuestos a pasar un buen rato, sean modernos o lleven practicándose durante varias generaciones.

Un clásico de esos ratos de juego es el balón prisionero. Básicamente, aunque pueden cambiar las normas según el lugar en el que se juegue, se basa en dos equipos que, desde sus respectivas mitades de campo, tratan de golpear con una pelota a los contrincantes. Los eliminados se marchan a la zona posterior del rival, para tratar de atacarles por la retaguardia. Un juego que se presta mucho a jugar con grupos de unas veinte personas, diez por equipo, y donde pueden jugar mayores y pequeños, ya que hace falta cualidades que se complementen. El terreno idóneo para jugar sería un campo de minibasket o vóley, si bien es cierto que el éxito de estos juegos radica en que se pueden jugar casi en cualquier lugar.

Otro juego sobradamente conocido pero que no por ello pasa de moda es el pañuelo. De nuevo dos equipos, que podrían ser también de unas diez personas, y en un terreno similar al anterior, son los necesarios para jugar a este juego. Una especie de árbitro, en el medio, sostiene un pañuelo que deberá ser cogido por el representante de cada equipo que corresponda. Algunas variantes son el pañuelo doble (con dos pañuelos para coger), el pañuelo atado, el pañuelo circular (juegan más equipos) o aquellas en las que se condiciona la manera de ir a por el pañuelo (saltando, pata coja, imitando a un animal, etc.). También se puede adaptar al deporte que se pretenda entrenar, pues se puede salir controlando un balón con el pie, botándolo con la mano, o como se prefiera.

El siguiente tiene un nombre menos conocido, pero es igualmente interesante. En el “cortahílos”, todos los participantes se mueven de manera libre por una zona delimitada, huyendo de uno que es el que pilla, y que tratará de pillar a una sola persona. El resto deberán, como si cortasen un hilo, atravesar la trayectoria que separa a esas dos personas. Entonces, el que pilla deberá cambiar de objetivo e ir a por el que se ha cruzado por el medio. De nuevo, se puede adaptar a casi cualquier deporte para convertirlo en una tarea de una sesión de entrenamiento.

Son muchos los juegos de pillar que sirven para divertirse, mejorar la condición física, estar entretenidos, fomentar el juego en equipo… Un ejemplo es “polis y cacos”, donde el equipo de los ‘polis’ buscará pillar a todos los contrarios y meterlos en la ‘cárcel’. Allí, se podrán salvar si un compañero suyo les logra tocar sin ser previamente pillado. La zona deberá ser no demasiado pequeña (dificultaría el juego a los que huyen) ni demasiado grande (sería complicado para los que capturan). El número de participantes también puede ser variable.

Cerramos esta pequeña lista con una última propuesta algo menos conocida pero igual de interesante, el juego del chin-chan-pú, que básicamente es una manera de crear un piedra-papel-tijera en versión gigante. Dos equipos, de unos diez participantes, se colocan en fila en los extremos de un campo de juego de tamaño medio. El primero de cada fila echa a correr, y cuando se cruzan deberán jugar a piedra-papel-tijera. El que gane, continúa avanzando, y el que pierda, deberá regresar a la zona de su equipo, a la vez que sale corriendo otro de ese equipo para detener al corredor. De esta manera, se trata de ganar una serie de duelos de manera consecutiva, para llegar a la base del otro equipo, lo cual supondría un punto.

Juegos como estos cinco que presentamos hoy, o como tantos y tantos que surgen de improviso en cada colegio y cada patio, volverán a la vida de los niños y jóvenes dentro de un tiempo. Hasta entonces, seguiremos jugando de otras maneras, en nuestras casas, con nuestras familias, ansiando el momento de volver a jugar como antes.

Iván Hernández

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