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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

El “emperador” Gao Ping: una sorpresa que no extraña a nadie

Pablo M. Díez el

La detención de Gao Ping como supuesto cabecilla de una poderosa mafia china en España ha sido una sorpresa que, paradójicamente, no ha extrañado a quienes fueron sus empleados o le trataron en el pasado. No por las sospechas que despierte el personaje, cuya presunción de inocencia hay que respetar hasta que se demuestre lo contario, sino por la forma en que se hacen los negocios en China, donde la corrupción abunda tanto o más que en España aunque no salga a la luz.

Aunque por motivos bien distintos, al final Gao Ping ha conseguido la popularidad que ansiaba.

En principio, quienes lo conocen se asombran de que un empresario con tanta repercusión pública como Gao Ping, al que le gustaba codearse con políticos, artistas y famosos, pudiera liderar una siniestra organización criminal, pero luego entienden “sus triquiñuelas” para no pagar impuestos porque procede de una potencia emergente controlada por un régimen autoritario donde el fraude fiscal y la evasión de capitales se han convertido en el deporte nacional. “Lo que realmente no encaja en él es que dirigiera una trama de prostitución y tráfico de drogas”, me confía un antiguo subordinado que prefiere ocultar su identidad, quien matiza que “otra cosa son los asuntos económicos”. Basándose en su experiencia, asegura que “los empresarios chinos manejan mucho dinero en efectivo y desconfían de los bancos, lo que genera bastantes suspicacias en torno al mundillo del arte comercial al que se dedica Gao Ping”.

Al amparo del extraordinario crecimiento económico de China, el empresario se enriqueció en los años 80 comercializando en España los artículos de “todo a 100” que producía en la “fábrica global”. Como la mayoría de los emigrantes que hicieron fortuna en España, Gao Ping nació en la industrializada provincia oriental de Zhejiang, ubicada al sur de Shanghái y famosa por el carácter emprendedor de sus habitantes. Casi todos ellos son oriundos de Qingtian, donde aún podría tener algunos familiares.

Como presidente de una fundación, otro método para deducir impuestos pero éste legal, en 2008 fue uno de los socios fundadores del Centro de Arte Contemporáneo Iberia, una imponente galería ubicada en las antiguas naves industriales de la época maoísta que componen el Distrito 798, el barrio de los artistas de Pekín. Con el fin de promocionar la cultura española, de la que está tan enamorado como de su gastronomía, hasta allí llevó a figuras de renombre como la fotógrafa Ouka Leele en 2008, al tecno-artista visual Daniel García Andújar en 2009 y a la pintora Soledad Sevilla en 2010.

“No tiene formación artística, pero le gusta mucho el arte y todo lo que lo rodea porque busca prestigio social y abrirse puertas en los círculos de poder debido a su gran afán de notoriedad”, indica su exempleado, quien sin embargo lo define como “muy afable y altruista y con mucha empatía con la gente. Incluso llegó a ayudar económicamente a trabajadores cuyos familiares tenían problemas de salud o a jóvenes artistas que estaban empezando”. Un instinto paternal, por otra parte, propio de capos italianos como “El Padrino”.

“Como su criterio estético anda un poco perdido, no tiene inconveniente en dejarse asesorar por los expertos en sus inversiones artísticas porque no es nada autoritario ni impositivo”, señala su antiguo operario. A juicio de Inma Puy, la directora del Instituto Cervantes de Pekín, que ha coincidido con él en algunas exposiciones, esta falta de criterio explicaría “los cambios significativos de orientación que ha habido en el Centro Iberia en los últimos tiempos, no sé si porque Gao Ping cambiaba de opinión o de personal”. O, quizás, porque estaba más ocupado con otros menesteres más mundanos.

A pesar de la fortuna que ha amasado, quienes le conocen lo definen como un “hombre austero que, contrariamente a los nuevos ricos chinos, no hacía ostentación de su dinero y ni siquiera bebía en los banquetes porque el alcohol le sienta fatal”. De hecho, tampoco gastaba demasiado en la colección que había empezado a formar hace unos cinco años, ya que invertía en artistas chinos jóvenes y poco conocidos cuyas obras oscilaban entre los 3.000 y los 9.000 euros. Gracias a sus contactos en España, el Instituto Valenciano de Arte Moderno adquirió 62 obras de vanguardia china por 440.000 euros en 2008.

Casado y con hijos a sus 45 años, el empresario ahora detenido también dirige en Madrid la galería Gao Magee, que está especializada en arte chino y se ubica detrás del Museo Reina Sofía. Aunque por motivos bien distintos, al final Gao Ping ha conseguido la popularidad que ansiaba.

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