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El mentor de Trump

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La actualidad ha hecho interesante volver a ver “Angels in America”. Una miniserie de la HBO de 2003 en la que Mike Nichols adaptaba una obra teatral de Tony Kushner, una “Fantasía Gay sobre Temas Nacionales”.
Y la serie es eso, una desigual pero fascinante visión de la América de los años 80 orientada al milenio: reaganismo y SIDA. Una serie estéticamente sorprendente, recargada, camp, llena de intensidad espiritual, compasión y también de sátira política, alusiones raciales, y abierta homosexualidad. Fue una de las grandes obras iniciales de HBO y tiene un aire a “Six Feet Under”.
Cómo sería de intensa que entre los protagonistas estaban Meryl Streep y Al Pacino, que interpreta al único personaje real: el abogado Roy Cohn.
Y esto es lo interesante porque Roy Cohn es el mentor y gran amigo de Donald Trump en sus inicios.
De muy joven, Roy Cohn había sido el ayudante de McCarthy en los juicios al matrimonio Rosenberg que acabaron en pena de muerte. Venía recomendado, nada menos, que por J. E. Hoover (“¡Odio a los comunistas!”).
Hoover y McCarthy eran sus padres; Trump su hijo.

Cohn murió de SIDA y era un gay homófobo, valga la expresión, seriamente hostil con los homosexuales. Quizás el mejor momento de Al Pacino en la serie es cuando se enfrenta al médico que le diagnóstica la enfermedad: “Los homosexuales no son hombres que se acuestan con hombres, los homosexuales son hombres que después de intentarlo durante años no han conseguido aprobar una ley antidiscriminación, son hombres que no conocen a nadie y a quien nadie conoce, que no tienen ninguna influencia. ¿Te parece que yo soy así? Yo cojo este teléfono y en quince minutos ¿sabes quién se pondrá? No, el presidente no. Alguien mejor: su esposa. Lo que yo soy se define por quién soy yo. Roy Cohn no es homosexual, Roy Cohn es un hombre heterosexual que se acuesta con tíos. Roy Cohn no tiene SIDA. SIDA es lo que tienen los homosexuales. Yo tengo cáncer de hígado”.
La maldad de Cohn era legendaria. “Era como almorzar con Satán”, dijo Wayne Barrett. En la serie fue descrito como “la estrella polar de la crueldad humana”. Siendo así, una de las frases que se la atribuyen en sus últimos días se refería a la frialdad de su amigo Trump: “Donald mea agua con hielo”.
El “flechazo” fue inmediato. Trump, que heredaba los negocios del padre en New Jersey, quería entrar en la sociedad de Manhattan. Cohn era el abogado de las grandes familias mafiosas, de la Diócesis, del propietario de los Yankees, conocía a todo el mundo. Se conocieron en los 70 en el exclusivo “Le Club”. Cindy Adams, columnista social, contó lo que le dijo Cohn señalando a Trump cuando no era nadie: “Ese chico será dueño de Nueva York”.
Cohn habría dado a Trump contactos, pero también un magisterio. Se ha dicho que su “contraataque dialéctico”, y el uso de la “mala publicidad” son similares. Le presentó a Roger Stone, su consejero, alguien que había colaborado con Reagan y al que el NYT definió como “el guardián de la llama de Nixon”. Stone definió esta semana la campaña de Hillary como “El Nuevo McCarthismo”.
Los vínculos de Trump con lo republicano no son nuevos.
Él y Cohn Hablaban más de diez veces al día por teléfono y por las noches iban a Studio 54. Cohn redactó su acuerdo prematrimonial con Ivanka y en los edificios de Trump agonizaban sus amantes terminales con vistas a Central Park.
En la serie se insiste en la relación pupilo-mentor. Cohn la tiene con otro abogado joven (“los abogados somos los sacerdotes de América”), seduce profesionalmente al personaje de Patrick Wilson (ver la segunda de Fargo, el ánimus americano, el rostro de una América inconmovible), un joven mormón republicano y gay.
“El que triunfa en esta vida es porque a alguien más mayor y poderoso le interesa. Una de las ventajas más valoradas es la facilidad para ser buen hijo”, explica el personaje.
Cohn lo había sido de McCarthy, y Trump lo estaba siendo de él. En sus últimos momentos, presumía de haber forjado su éxito. “Con él se fue una era”, dijo Trump al conocer su muerte.
“Angels in America” no es el único retrato televisivo de Cohn. También fue interpretado por James Woods, uno de los hombres más inteligentes del mundo y quizás por ello furiosamente anticlinton.

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