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EL CUNHADISMO

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En España se usa desde hace un tiempo el término “cuñadismo”. Se referiría a la generalización del prototipo del cuñado. Individuo omnipotente y algo castizo que además constituye casi una forma de ser en la que, si nos relajamos, incurrimos fácilmente.

 

En Brasil existe también el término “cunhadismo”, pero su importancia es mucho mayor. Infinitamente mayor. El cunhadismo era la forma que tenían las tribus guaraníes de incorporar a los extraños. Al hombre blanco, al colono, le daban una mujer. De forma inmediata, los hermanos pasaban a ser cuñados y como toda la tribu se estructuraba socialmente sobre unos vínculos de parentesco de unos con otros, el hombre blanco era asimilado, pero también disponía de un montón de “mano de obra” solidaria. Un montón de parientes a los que daba objetos preciosos y que le trabajaban. Solo después, cuando ya fue necesario, se desarrolló la caza de esclavos. Pero la primera institución fue el cuñadismo. Esto permitió el desarrollo primero del Brasil, pero además, dio lugar al mestizaje. Al primero de todos. La unión de la mujer india con el hombre blanco, que generó el mameluco.

 

Así que Brasil es lo que es por la estructura tribal guaraní, que se basaba en la solidaridad de los cuñados. Incluso existe en portugués el término “cunhadalmente”, cuñadísticamente.

 

El milagro del desarrollo de este continente y su prodigioso mestizaje, fíjate, sobre la base del cuñado.

 

Pero si nos paramos a pensarlo es que el cuñadismo, incluso nuestro cómico cuñadismo, es fundamental. A mí me gusta porque tiene un rasgo hermoso, que es el de la familiaridad. La aparición del cuñado supone siempre una violencia familiar, pero es una bonita institución. Nos enriquece. Y el que es buen cuñado, el prototipo de cuñado, además explota esa familiaridad de un modo inmediato. Es fácilmente asimilable, es cuñadalmente abierto.

 

Paremos en la grandeza histórica de la figura: el colono asimiló la tribu como cuñado. ¡El colono brasileño fue antes que nada cuñado!

 

¿No habíamos notado ya instintivamente que en la figura del cuñado latía una pequeña colonización? Cuñado no, podríamos decir, tú eres colono.

 

El cuñadismo fue herramienta civilizatoria, de inserción, convivencial y de desarrollo pacífico en Brasil. A mí esto me rehabilita y me redescubre antropológicamente la figura. ¿Por qué no valorar las posibilidades de hermanamiento, de directo entrelazamiento que supone el cuñado?

 

Los modernos, siempre los modernos, la han tomado con los cuñados, ¡pero así se hizo el Brasil!

 

Y si destruyen la figura del cuñado, ya luego queda la familia aislada (¿No es el cuñado el ser que antes comunica las mesas aisladas en las bodas, el que antes se pone de pie?)

 

Y si nos paramos a pensar, en nuestras modernas sociedades hay un cuñadismo callado más peligroso que el comportamiento a lo Chuck Norris castizo del cuñao al uso. Hablo del nepotismo. España, por ejemplo, aún funciona con potentes estructuras de nepotismo horizontal y vertical. Y algunas capas sociales tienen estructuras más fuertes que las de los guaraníes.

 

Pero yo me vuelvo del Brasil valorando al cuñado como una joya de los tiempos.

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