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Chiringuito

hughes el

Para llegar al chiringuito del verano hay que pasar por la propia palabra chiringuito, es decir, pagarle el peaje a Ruano, que con esa palabra se toma la gran revancha literaria, palabra que vale por toda una literatura y una obra entera. Queda de Ruano, quizás, el uno heredado de Solana, tics umbralianos, la afición de ciertos columnistas (amaneramiento culpable, imitativo), sus libros, claro, que leerán cuatro y esa palabra amarilla, divertida, guasona del chiringuito.

Así que todo el ejército de los ignorantes de Ruano y los grandes horteras del país le pagan paradójicamente su tributo al dandy con esa palabra que es trago corto, puesto provisional y suena meridional y divertida, como una hawaiana del diccionario.

Los columnistas de entonces eran algo entre el detective privado y el poeta, ese romanticismo tendría entonces lo del periodismo.

De Ruano sobrevive también un cierto estilo en la necrológica, tan distinto de la unanimidad plomiza, castrense, del planto mediático actual, con su énfasis lacrimógeno en una pena documental.

Pero el caso es que para llegar al chiringuito de verano, a la canción estival, a la playa, la tapa y el mojito arenoso, tacto pegajoso de dulzura (mojito y arena, que suena a canción de Bosé), hemos de pasar necesariamente por la biografía de Ruano, que en el chiringuito escribía sus cosas barcelonesas.

Con la edad se da uno cuenta de que en casa no se puede escribir ni la lista de la compra. Puede que Ruano llenase sus paredes de cacharrería  para no poder quedarse y marchar al café. Sus artículos se escribieron sobre el velador, mármol veteado de antigüedad y mundanidad y su voz, su evidente lirismo, se medía con el rumor de fondo del café.

Chiringuito es eso: el yo de miranda, con un rumor de mar y chicharra al fondo. Y la literatura de chiringuito sería la maravilla fugaz, entrometida, del que escribe mirando y está sin estar. Elogio de lo provisional.

Hay una estética de lo fugaz, de lo que no tiene asiento fijo, que está detrás del chiringuito.

También es contemplación interrumpida. Contemplación superficial, muy española. El chiringuito es poner al personal entre nosotros y el mar, hartos de su apabullante diálogo de Nada.

¿No había de ser un madrileño el que necesariamente inventase el chiringuito como forma de soportar o suavizar la aplastante mirada de perro disecado que tiene el mar?

 

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