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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Balaklava, la ultrasecreta base de submarinos nucleares de la URSS

Balaklava, la ultrasecreta base de submarinos nucleares de la URSS
Francisco López-Seivane el

Puedo asegurarles que sí, en efecto, eran ciertas las leyendas que corrían durante la Guerra Fría sobre la existencia de bases supersecretas en lugares remotos de la URSS. Al menos la de Balaklava, en Crimea, un lugar que no figura en ningún mapa de la época, fue una realidad innegable. Tuve la oportunidad de visitarla poco antes de que la revuelta de Maiden iniciara en Kiev las hostilidades contra los rusos que llevarían finalmente a la toma de Crimea por éstos. Les aseguro que muchas de la fantasías que circulaban sobre ella se quedan pequeñas ante los datos objetivos que cualquiera puede observar al recorrer su intrincada gusanera.

La entrada de la base, tal como se encuentra en la actualidad/ Foto: F. López-seivane

Rusia luchó duramente contra turcos, franceses e ingleses para mantener Crimea. El almirante Nakhinov llegó incluso a hundir  su flota a la entrada del puerto de Sebastopol para impedir el acceso de los buques de la Royal Navy, que bloqueaban la boca de la bahía. Sólo consiguió retrasar un año la toma de la ciudad, ya que los franceses terminarían entrando por tierra en una ciudad destruida, tras hacerse con la colina de Malakov, que domina Sebastopol y la larga y estrecha ría que la une al Mar Negro. El almirante que hundió su flota pasó a ser un héroe nacional y su estatua ocupa hoy un lugar destacado, así como el monumento que conmemora su gesto, clavado en el agua, a la altura del lugar donde mandó hundir sus barcos.

Estatua del almirante Nakhinov en la ‘ciudad heroica’ de Sebastopol/ Fotos: F. López-Seivane

Monumento que conmemora el hundimiento de la flota rusa en la ensenada de Sebastopol/ Foto: F. López-Seivane

 

Conjunto escultórico que representa la batalla de Malakov en Crimea/ Foto: F. López-Seivane

Balaklava (‘Saco de pescado’ en tártaro) es un diminuta y bellísima ciudad de pescadores en el fondo de una profunda ensenada, en la que las aguas azules del Mar Negro penetran en zigzag, como un daga ondulada, entre peladas colinas y pétreos acantilados. Aún quedan en lo alto restos de las torres y murallas que un día la defendieron.

Ensenada de Balaklava. La entrada de la base queda oculta por el entrante de la montaña/ Foto: F. López-Seivane

La tranquila enesnada vista desde la entrada de la base, con la antigua torre y restos de la muralla defensiva/ Foto: F. López-Seivane

Pequeña playita muy próxima a la salida de la base/ Foto: F. López-Seivane

Durante los tiempos de la Guerra Fría, Balaklava no existía en los mapas y nadie podía acercarse al pueblo, a menos que dispusiera de un permiso especial. Todas las entradas y salidas estaban controladas por el ejército y la KGB, ya que allí se encontraba la más importante y secreta base de submarinos nucleares de la URSS. La entrada a la base se hallaba excavada en una de las paredes de la estrecha ensenada de Balaklava, una especie de fiordo en miniatura, cuya entrada es perfectamente invisible desde el mar, al estar oculta por un entrante rocoso que se superpone a la línea de la costa, obligando a navegar en zigzag. La salida, en cambio, se encontraba muy cerca del mar abierto, donde la profundidad permitía a los submarinos salir sumergidos.

Salida oculta de la base, ya casi en mar abierto.

Otra vista de la salida de la base.

Fue planeada en 1952, poco después de firmarse en la vecina Yalta el acuerdo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, y finalizada en 1961. Su interior era un mundo laberíntico de túneles y estancias, que incluía talleres, oficinas, depósitos de armas, incluso nucleares, tiendas, etc. Allí no sólo se escondían y reparaban docenas de submarinos, sino que también podía albergar y alimentar a 3.000 personas durante 30 días en caso de ataque nuclear.

La larga vía de acceso al interior de la base.

La entrada estaba cubierta por un camuflaje gigantesco del color de la montaña que la hacía indistinguible desde el aire. Además, estaba bloqueada por una enorme puerta de acero que se deslizaba lateralmente para dar paso al submarino; tras lo cual, volvía a cerrarse herméticamente. El canal, de hasta 22 metros de anchura y 8 de profundidad, se adentra 600 metros en la montaña. Las paredes del túnel están recubiertas de una capa de cemento de 5 metros de espesor, encima de la cual aún hay 125 metros de granito. Todo el complejo esta surcado por carreteras e incluso cuenta con un dique seco de más de 100 metros para la reparación de las naves. Todo el complejo fue cerrado y posteriormente desmantelado tras la disolución de la URSS en 1991, con lo que no quedó ni rastro de las enormes y complejas maquinarias que se usaban para los trabajos, ni de las bombas y torpedos almacenados entonces. Sólo sobreviven sus lóbregas galerías y el canal por el que navegaban lentamente los submarinos en sus entradas y salidas, siempre nocturnas. Tras la desmembración de la URRS, y bajo bandera ucraniana, todo el complejo se convirtió en un Museo, en el que se pueden apreciar múltiples detalles de la asombrosa ingeniería militar soviética.

Submarinos soviéticos en su base, cuando esta era operativa.

La ensenada de Balaklava ya había sido elegida por los ingleses para establecer su cabeza de playa durante la Guerra de Crimea, mucho antes, desde luego, de que la URSS decidiera construir allí su base de submarinos. Situada a apenas veinte kilómetros de Sebastopol, el rápido viaje por carretera tiene el aliciente añadido de que transcurre en parte por el valle donde tuvo lugar la desastrosa y archifamosa Carga del Brigada Ligera británica que tanta tinta hizo correr en su día.

 

Imagen de portada: Foto aérea de la ensenada de Balaklava, con fechas indicativas de la entrada y salida de la base secreta.

 

 

 

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