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Blogs Vendiendo Motos por Tomás González-Martín

Lorenzo, español, culé, admirador de Cristiano, silbado en Cataluña

Tomás González-Martínel

Si los tontainas volaran en España, no habría pilotos de aviones ni huelgas de controladores. La historia se repite periódicamente en Montmeló. Suena el himno español y varios centenares de aficionados, entre cien mil espectadores, pitan la Marcha Real. No son demócratas. No respetan a nadie. quieren imponer sus idas y no aceptan otras. Deberían aprender de Gran Bretaña, donde los irlandeses respetan, en una demostración de educación máxima, el himno de Inglaterra, y viceversa, en sus duelos de selecciones, tanto en fútbol como en rugby. Por no respetar, en Montmeló no respetan ni a Jorge Lorenzo, que se siente balear y español. Y lo dice.

El mallorquín también fue silbado por los fanáticos de Rossi, prueba de la importancia del piloto español, máximo rival del italiano. Es el hombre que destronó a Valentino en 2010 y le bajó de la estratosfera para hacerle humano. Pero eso es querer desviar la atención. No se pueden esconder los pitos contra el himno de España, porque se producen desde hace más de una década, ganen Jorge, Marc Márquez, Pedrosa, Pol, Tito Rabat o Alex Rins, como sucedió en otras épocas con Bautista. Ahora, Lorenzo ha vivido de nuevo en Montmeló esa situación desagradable, en la que soportas el momento del himno con sonrisas a tu equipo, sin darle mayor relevancia a los pitos. Pero la tienen.

Lorenzo habla claro. Sabe que silban al himno y que le pitan a él personalmente porque tiene un carácter fuerte que muchos no soportan, por envidia. En el fondo, les gustaría ser como él, duro, forjado en la lucha diaria durante veinte años de trabajo sobre una moto. Lleva dos títulos mundiales de MotoGP, los mismos que Márquez, y se dispone a ganar el tercero, tras cuatro victorias consecutivas, para convertirse en el mejor piloto de la historia del motociclismo español.

Su seguridad produce rechazo en los que no la tienen. Su clarividencia molesta. Es barcelonista y afirma que admira a Cristiano porque se ve reflejado en él en su sacrificio constante para llegar a ser el mejor. En su trabajo diario. En la valentía del portugués en el campo, cosido a patadas. En su aspereza para responder ante los pitos en los campo y saber llegar a lo más alto. En la dureza del luso para soportar esos silbidos. Jorge es igual. Tiene una fuerza mental inaguantable para los débiles. Esos que no se dan cuenta de una verdad: para triunfar no se puede ser como ellos. Para ganar hay que creerse el mejor. Sufrir para serlo con entrenamientos diarios. Autoconvencerse de tu calidad. Y competir con esa seguridad en uno mismo que tan pocos consiguen. 

Ni Rossi ni los pitos pueden con Lorenzo. Los aguantó también en Italia. Y venció en ambos circuitos. Cristiano también regateó los silbidos en Armenia de la mejor manera: marcó tres golazos con la grada en contra. Abucheos que le motivaron aún más, hasta lograr un triunfo decisivo para Portugal camino de la Europa, 2-3, los tres del Balón de Oro silbado. Lorenzo y Cristiano viven carreras paralelas. Uno es barcelonista, otro es madridista. Los polos puestos se tocan, porque solo son diferentes en el amor a unos colores. Son similares en sus lemas: trabajo y voluntad para ser el número uno. Ejemplos a seguir. Ejemplos para aplaudir, no para ser pitados.

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