El mes de descanso le ha venido bien. Se ha preparado perfectamente, ha mejorado de su lesión de hombro y Ducati se ha puesto las pilas. Valentino es feliz. Vuelve a ser tan competitivo como hace dos años. Y en estos treinta días, la fábrica ha remozado la electrónica de la moto y ha suavizado el contacto del acelerador, como le gusta al italiano.
Rossi quiere que su toque en la maneta sea fino y se note al instante en la máquina. Su predecesor en la casa, Stoner, el hombre al que ha declarado la guerra, prefería las emociones fuertes y un acelerador duro, para apretarlo a discreción.
El “Vecchio” no entendía una herramienta tan brusca para una montura tan cara, tan estudiada. No pegaba. Ahora, el que pega es él. Dentro y fuera de la pista. Ya hace tiempos acordes a los de Lorenzo, Pedrosa y Stoner. Y cuando se baja de la moto, pasa al ataque dialéctico. Stoner le dijo en Jerez, cuando le tiró, que “su ambición supera su talento”. Y VR no perdona. Le ha llamado “niño sabelotodo, antipático” y le ha nombrado “director general del hospital de Melbourne”, en respuesta a las dudas que tiene Casey de la verdad de la lesión de hombro del tavulliano.
Ese es mi Rossi. No me lo han cambiado. Cuando reparte cera es que está encerado para conseguir retos.
deportes Tomás González-Martínel