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Simoncelli ya corre en el cielo

Tomás González-Martín el

Era tan rápido que se nos ha ido demasiado pronto. Su vida siempre fue deprisa, deprisa. Desde pequeño vencía a Dovizioso en las minimotos y “Andrea lloraba de rabia”, decía Marco, su rival eterno. Ya a aquellas edades primaba la competitividad sobre todo lo demás. Su muerte ha sido una conmoción para el motociclismo. Porque era un piloto querido por los “tifosi” de medio mundo. Su simpatía rompía con el molde de los que huyen de los autógrafos y del jaleo de los circuitos. 

El número 58 se acercaba a los muros y a las alambradas que separan la zona MotoGP de cada circuito, y atendía a sus seguidores. Lorenzo y Rossi acudieron a su funeral en Coriano mientras miles y miles de aficionados soportaban su “ciao” hacia el cielo desde el asfalto del trazado de Misano Adriático, la sede de sus entrenamientos. De sus sueños. Estaba predestinado a luchar por los podios habitualmente en un futuro cercano, en los dos próximos años, y su accidente nos ha dejado sin uno de los hombres que progresaban en esta difícil cilindrada. 

Simoncelli voló al cielo a los 24 años. Ya corre allí. Su tragedia va a significar una revolución en este deporte. La organización del Mundial va a pedir a los directores que aconsejen a sus pilotos que no mantengan el gas dado con su mano cuando vislumbren una caída. Tomizawa en 2010 y Simoncelli en 2011 han fallecido por sostener el acelerador con el objtetivo de que sus motos no se calaran y pudieran continuar en carrera. Es una enseñanza instintiva que aprenden desde que compiten en minimotos. Será muy costoso convencer a los profesionales para que suelten la maneta en cuanto se vean en situación crítica. Todos intentan salvar la caída y lo consiguen en muchas ocasiones. Esas reacciones de sabiduría han supuesto muchos triunfos, podios y títulos a lo largo de la historia. 

Todos recordamos cómo Fonsi Nieto mantuvo la maneta del gas apretada en Estoril 2002, con la moto y él tirados en el suelo, y continuó en carrera hasta realizar una proeza. Asimilar que es mejor no jugarse la vida y soltar el acelerador, aunque la máquina se cale, no será fácil después de lustros haciendo lo contrario. 

Es la asignatura pendiente del planeta de las dos ruedas.

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