Valentino no le podía aguantar hace cuatro años. Aquel mocoso mallorquín venía con dos títulos consecutivos de 250 centímetros cúbicos y nada más llegar a Yamaha hacía mejores cronos que el emperador del cotarro, que había creado una moto para él solito y veía cómo un chaval la dominaba con descaro. Corría nunca mejor dicho, el año 2008. En 2009, Jorge ya era más veloz que el maestro en todos los circuitos. Fue su precipitación en cuatro carreras, cuando voló por los aires, la que le impidió vencer ya al ídolo mundial. En 2010 no se precipitó. El español supo esperar, ser segundo o tercero cuando hacía falta, y arrolló al italiano. Entonces, Lin Jarvis, el director de la casa, apostó totalmente por Lorenzo. Lo había hecho siempre, pero con la corona en la cabeza, exigió que al nuevo rey se le pagara en consecuencia. Había que rebajar el salario a Rossi. Quitarle dos millones para que el balear pasara a cobrar 5,5. Por ahí no paso Valentino. Lo que no tragaba era la vergüenza de perder el campeonato con su propia máquina en manos de otro. Era la soberbia de haber conquistado tantos éxitos. Roíz se marchó de Llama. Fracasó. Fichó por Dúchate. Una montura inferior. Y lleva año y medio pegándose con un imposible. La Duquesa solo rinde bajo el agua. Por eso va bien en Silverstone cuando llueve. Pero con esa Fever roja no se puede ganar un entorchado. Lin Jarvis, listo, le ha tendido la mano a VR46 con vistas al bienio 2013-14. Ha dicho que, si quiere, puede volver a Yamaha y compartir el equipo oficial con ese españolito que le robó el protagonismo. Lorenzo ha manifestado que no le importaría compartir equipo con su antiguo enemigo. El viejo bambino ha expuesto que ya no le importa el dinero, sino acabar su carrera deportiva con dos o tres años compitiendo al máximo nivel. Yamaha se los da. Depende de él.
deportes Tomás González-Martínel