Se ha formado, hasta llegar al éxito insuperable, a lo largo de trece años en los que aprendió a perder, a no cegarse en los rivales (Pedrosa, en su primera etapa mundialista), a pensar en su propia capacidad y a demostrarla con una trayectoria que le ha convertido en el mejor piloto español de la historia, con permiso de Don Ángel Nieto, el pionero de esta era de victorias de nuestros representantes. Se llama Jorge Lorenzo, acaba de cumplir 26 años (4 de mayo de 1987) en su circuito talismán y es la bandera que refleja la evolución de nuestro motociclismo hasta alcanzar este dominio apabullante en el mundo.
Porque hay que decirlo: Jorge empezó luchando contra molinos de viento. Amatriaín calentó su duelo contra Pedrosa y Puig. Y el que salió perdiendo fue Jorge. Los dos chavales se vieron mediatizados por las cuitas de sus directores. Al mallorquín le perjudicó aquella obsesión. Cuando Dani saltó a MotoGP, en 2006, Lorenzo se sintió liberado. Ya corrió contra el Mundial, no contra un enemigo. Se adjudicó dos títulos consecutivos del cuarto de litro. Se hizo hombre y campeón. Ya sabía lo que era perder durante años, pero siempre había trabajado como nadie para triunfar. Y desde 2006 supo lo que era vencer. Correr con la presión de jugarte el título. No hacer caso de comentarios que buscaban su desestabilización en la hora de la verdad. El mallorquín asimiló que el triunfo también conlleva muchas jugarretas. Y aprendió demasiado.
Tanto aprendió que cuando ascendió a MotoGP en 2008 llegó con la ambición del triunfo. No tenía miedo a Valentino ni a nadie. Salió a por él, que era su jefe en Yamaha. Le superó en las cuatro primeras carreras. Los japoneses temblaron. El niñato rompía el orden establecido. El español se rompía los tobillos, llegaba con las muletas a la moto y seguía derrotanto a Rossi. Hasta que ya no pudo más. Pero Jorge dejó claro que era un ganador nato. No tenía respeto por nada. Deberían respetarle a él.
En 2009 estuvo a punto de acabar con la era de VR46. Ya era más rápido que el italiano. Y en 2010 dio el golpe de estado definitivo a Rossi y al Mundial. Campeón. El bambino se fue a Ducati con el rabo entre las piernas, dolido porque Yamaha le exigía un nuevo contrato con menos dinero, que iría destinado al nuevo número uno.
Lorenzo tomó el mando hegemónico en la estructura del equipo. En 2011 no pudo con el huracán Stoner. En 2012 recuperó el trono, con una regularidad que evidenciaba su sabiduría. Ganaba o subía al podio. Nunca falló. Su facilidad para estar siempre en la cabeza y no cometer errores rememoraba la facilidad que tenía Doohan. Se parecen ambos. Lo hacen demasiado sencillo, como si no hicieran nada. Y los dos ofrecen una seguridad sobre la moto que abruma a sus enemigos.
Ahora, el balear busca su tercera corona en la cilindrada madre. Extender su leyenda viva. Jerez le ha dado su nombre a la última curva del trazado, la que da la entrada a meta, bajo el platillo volante. A Lorenzo le han concedido esa curva cerca del platillo porque es un extraterrestre del motociclismo. Un piloto sobrenatural. Su moral en busca de la victoria es envidiable. Su gallardía para saber lo que tiene que hacer asusta. Nunca duda. Es el número uno actual porque es el mejor en leer cada carrera. Conoce sus límites y no los sobrepasa. Su pilotaje es fino. Su valentía, basaba en la calidad, es suprema. Puede adelantar a cualquiera por el exterior si se lo propone. Su fiabilidad es la máxima del paddock. Se llama Lorenzo y es el jefe del cotarro. Todos le miran con respeto. Porque él precisamente no se fija en nadie, solo en él mismo. Esa postura mental da miedo.
Otros temas