Muchos acusan a Jorge Lorenzo de soberbia. El mallorquín está cansado de escuchar valoraciones surgidas a partir de una visión lejana, generalmente televisiva. Hay que ser realistas. Lo que molesta del campeón es esa seguridad que exhibe por bandera. Porque genera envidia. Porque muchos desearían sentir esa confianza en uno mismo. Pues deberán asumir la verdad de los hechos. La que expresa el Mundial. El número 99 es un número uno. En Inglaterra conquistó su cuadragésima segunda victoria en el Campeonato del Mundo desde que debutó en 2002, camino de conseguir su cuarta corona universal, la segunda en la categoría absoluta. Ya es el octavo piloto de la historia por triunfos en grandes premios. Su siguiente reto será superar al británico Redman, que venció en 45 carreras. Después deberá cazar a Phil Read (52) y a Doohan (54). Y por delante están cuatro mitos de las dos ruedas: Hailwood (76), Ángel Nieto (90), Rossi (105) y Agostini, que con sus 122 éxitos dejó una marca imposible de mejorar. Acercarse a las 76 de Hailwood serán palabras mayores. Ahora, con 42, Jorge ha entrado en la leyenda de los mitos. Ha superado a Roberts, a Spencer, a Rainey, a Lawson. Valoremos lo que tenemos. Lorenzo, en cualquier otro país, sería leyenda.
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