Oti Marchante el 26 ene, 2010 Up in the air se desdice a sí misma en la segunda parte; muchas películas y casi todas las personas lo hacen, sí, pero aquí resulta estéticamente flagrante. El personaje de Clooney pisa la misma piel de plátano que Brando en “El último tango”, aunque, a diferencia de aquél, Clooney ni siquiera masca chicle para poder dejarlo pegado en la baranda… Si uno se cree al primer Clooney, se reirá del segundo, pero si ni siquiera se cree a ese tipo endurecido y frívolo, el segundo sólo será una merluza mal descongelada… Ninguno de los defectos de Up in the air se encontrarán en “Invictus”: hay otros, pero no esos. Clint Eastwood no se equivoca ni yerra el tiro: prefiere hacer una película descompensada, recargada, manoseada, pero que diga exactamente lo que él quiere que diga, a otra más libre, más suelta, mejor película y que use ese libre albedrío del gran cine para decir algo parecido o incluso otra cosa que la pretendida por Eastwood. En “Invictus”, Eastwood habla tanto de Mandela como de sí mismo: habla de aquellos que saben cuál es SU lugar, aunque tarden décadas en poseerlo… Los detalles de esta película con resorte son infinitos, y algunos de ellos traspasados a la boñiga política que nos rodea son realmente fascinantes; sólo un ejemplo: el modo en el que Mandela ve y digiere el y lo pasado (la precisa combinación de inteligencia y falta de rencor), y el uso vergonzoso, inmoral y diabólicamente memo que del nuestro (el y lo pasado) hacen nuestros memoriosos históricos con el gran timonel grumete al mando de un barco sin cascos. No hay grandeza en Up in the air, sino más bien pequeñez, fragilidad…, que es justo lo que le falta a “Invictus”, donde sólo hay grandeza. Puede no emocionar(te) y no es raro no acompasar el propio pulso al continuamente sublime de la película… Puede ocurrir eso, pero sospecho que también lo contrario: que alguien se sienta sublime y se emocione. Otros temas Comentarios Oti Marchante el 26 ene, 2010