estrellas cuando eran fugaces

No sé a otros, pero a mí me suele producir cierto regocijo cuando viendo una película atrapo a uno de esos grandes actores de Hollywood en sus primeros papeles, cuando sale por ahí, al fondo, sin que la cámara sospeche que está ninguneando a lo que después será una estrella. No suele ser fácil, porque las estrellas lo son mucho antes de que lo sepamos los demás (‘Billy Wilder ya era Billy Wilder mucho antes de convertirse en Billy Wilder’, decía su mujer de él)… Y este fin de semana, y sin darme ninguna importancia por ello, he cazado dos, de distinta naturaleza, pero dos.

En ‘Criss Cross’, o ‘El abrazo de la muerte’, la fabulosa película de Robert Siodmak tan conectada a ‘Forajidos’, hay una escena en un local nocturno (en Siodmak, los locales nocturnos son más nocturnos que en ningún otro) en la que la guapa y pérfida Yvonne de Carlo baila con un jovencillo que hace bulto por allí, mientras que el plano (Burt Lancaster) y el contraplano (Dan Duryea) son una presencia más densa que el humazo del local. Pues ese actorzuelo en el que la cámara ni repara y le resbala como si estuviera enjabonado es Toni Curtis, al que aún le faltaban algunos años para chasquear los dedos y que la cámara acudiera.

La otra, al alcance de la mano de los lectores de ABC, pues iba incluida en el trío de películas del sábado, es ‘Mientras las nubes sigan pasando’, un genuino y ejemplar ‘biopic’ del músico Jerome Kerr protagonizado por Robert Walker y en el que, a pesar de que se anunciaba engañosamente en los títulos de crédito como protagonista, no sale hasta el plano final un pipiolo Frank Sinatra con un vozarrón impropio de ese cuellecito. Impagable.