Cannes. 1. Empezar y sufrir

Las primeras horas de Festival han tenido tres momentos clave: desentrañar el dichoso Código; prepararse para el ciclón Almodóvar, que encima de lo uno, pues ha venido lo otro, y por último, la irrupción del fútbol en este paisaje en panavisión con un partido que casi acaba conmigo. No sufría tanto desde que me rompí el talón de Aquiles. El Código Da Vinci es una película más, en efecto, sin toda la importancia para bien o para mal que se le ha querido dar. Pasara por nuestras vidas sin dejar huella, como las paperas (   ) . Si acaso, de ella se puede subrayar lo espantosamente lejano que está siempre Tom Hanks, que yo creo que no se sabía ni el texto. Almodóvar está al caer, y como vendrá contento, pues todos nos beneficiaremos de ello (a malas, es mejor tener unas purgaciones que a Almodóvar)… En cuanto al partido del Barca con el Arsenal, después de decir como un árbitro estúpido puede machacar a todos (yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos) y convertir una final brillante en una caca, también señalaré que el Barca estuvo a punto de volver, como la película de Almodóvar, a su castillo lleno de fantasmas. La suerte, y un poco la justicia, le ayudaron a pasar el trago. Vi el partido con Boyero, Borja Hermoso y Carlos Heredero, y allí, sin serlo nadie salvo yo, todos éramos del Barca. Buen rollo, aunque casi palmo.