La primera andanada de estrenos de este año no ha estado nada mal: del golpe, dos de las películas importantes, la de Kathryn Bigelow, “La noche más oscura”, y la de Paul Thomas Anderson, “The Master”. Yo vuelco mi entusiasmo más en la segunda (enlace críticas), en la que es tan impresionante el trabajo de los actores, Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, que atenúan con su brillo el propio brillo del director, que consigue hacer una película complejísima y de gran altura intelectual y emocional sin que dé la impresión de que hay otro alarde que el de sus propios protagonistas. Una de esas pelis que son mucho más de lo que parecen (lo de la cienciología es sólo un “macguffin”) y que habla con voz clara de cosas muy profundas, y no el habitual contrario: hablar con voz atildada de cosas muy claritas y sencillotas.
La de Bigelow, que es un ejemplo de cine calculado en su ritmo y mirada, está francamente bien, aunque le pesa excesivamente la mochila de sus dos horas y media largas, con un bache central en el que cabrían las ruedas delanteras de un monovolumen. Entre lo que muestra y lo que no oculta (qué burros son los “buenos” y qué métodos tan villanos son capaces de utilizar), la película ofrece un retrato general de los servicios secretos y sus usos y costumbres, aunque quizá se le quede muy lejano y frío su propósito de ser una crónica elocuente y entretenida de cuánto costó cazar a Bin Laden.
De los otros estrenos, el de “Despedida de soltera” es aconsejable siempre y cuando a uno le guste ver otra vez “esa” película de la novia y las amigas de la novia y de los encuentros con los antiguos novios, aunque todo ello con esa puntita envenenada de procacidad como para ganar la única carrera que se corre en ese subgénero: la de ver cuál es más guarrete y groserillo. O habrá quien no pueda resistir la tentación de irse a ver la película del Cirque Du Soleil en 3D, que (no la he visto) debe ser como subirte al trapecio o ponerte debajo de la sierra del mago.
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