Sé que no hay nadie al remate, pero yo lanzo la falta:
Michael Haneke ha pasado por los premios del cine europeo como los indios por Little Big Horn; Su película, Caché, ha barrido a las otras favoritas, en especial a la del baranda de la academia del cine europeo, Wim Wenders, que se presentaba con Dont come knocking, una película lo suficientemente americana como para parecer indie y lo mínimamente europea para dar el pego. Caché es la última de ese director temible (a veces por lo duro y a veces por lo aburrido) con pinta de Papá Noel anoréxico, y aborda una historia enrevesada, llena de intriga y sordideces que protagoniza Daniel Auteuil, ese excelente actor francés con una nariz de dos tomos y con gesto de haber comido mucho y mal. Haneke es uno de los cineastas predilectos de los críticos desde que les dio en plena cara con aquella brutal película titulada Funny Games, desde entonces, más o menos, el crítico avellana se siente en la obligación de adorar a Haneke, aunque sea a costa de arrastrar el muermo por el sendero estrecho de algunas de sus películas. No ésta última, es cierto, que tiene pegada y algún que otro golpe bajo. Bueno, tal y como era previsible, Álex de la Iglesia no ganó el premio al mejor director, pero lo que queda de estos premios del cine europeos es la sensación de que a Wim Wenders alguien le ha querido dar un capón. ¿Se merece acaso tal trato uno de los puntales del cine europeo? … No es preciso que digáis ni pio.