Pablo M. Díez el 10 dic, 2008 En el frío invierno afgano, los refugiados que están volviendo a Kabul tras casi tres décadas de guerras permanentes se encuentran una ciudad en ruinas donde deben vivir en los edificios acribillados por las balas y obuses. Mientras los hombres salen a buscar trabajo o tablones de madera con los que prender una hoguera para calentarse, las mujeres acuden al río en busca de agua para lavar la ropa y sus cacharros. Y los niños, con los mocos colgándoles de la nariz, juegan entre la basura que se acumula junto a los escombros ignorando aún que la vida no es así en otras partes del mundo no tan desdichadas como Afganistán. Por eso, lo que más le hiela a uno no es el frío que les congela las manos a los niños, sino la inocente sonrisa con la que parecen superar la difícil existencia que les ha tocado vivir. Algo que sabe muy bien Abdul, un refugiado que volvió con su familia a Afganistán y que, viviendo en un edificio en ruinas de Kabul, trabaja como albañil y sólo gana un euro al día con el que comprar un poco de pan, té y mantequilla. Otros temas Tags guerrakabulni osrefugiadosruinas Comentarios Pablo M. Díez el 10 dic, 2008
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”