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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Shenzhen, el laboratorio chino

Pablo M. Díez el

Hace treinta años, Shenzhen no era más que un humilde pueblo de pescadores fronterizo con la entonces colonia británica de Hong Kong, cuya pujanza y desarrollo contrastaban con el atraso que sufría la China comunista como un mendigo a la puerta de una catedral. Pero, gracias a su estratégico emplazamiento en la provincia de Guangdong (Cantón), Shenzhen se convirtió en 1980 en una de las primeras zonas económicas especiales que se abrió a la inversión extranjera por obra y gracia de las reformas capitalistas acometidas por Deng Xiaoping tras la muerte de Mao Zedong.

De humilde pueblo de pescadores a vibrante megalópolis: así es Shenzhen, el paradigma del desarrollismo chino

El resto es la historia del “milagro económico” chino personificada por su principal laboratorio. Hoy, Shenzhen es una vibrante megalópolis de nueve millones de habitantes plagada de futuristas rascacielos de cristal y acero, empresas tecnológicas de última generación, lujosas galerías comerciales con boutiques de Chanel, Dior, Prada, Louis Vuitton y Armani, discotecas con luces de neón y autopistas de seis carriles en cada sentido flanqueadas por palmeras al más puro estilo Hollywood.

En los 90 se llegó a decir que “cada día se abría una nueva avenida en Shenzhen y, cada tres, se levantaba un rascacielos”. En su “skyline” sobresalen ya una veintena de edificios que miden más de 200 metros, entre los que destaca el Shun Hing Square, la novena construcción más elevada del mundo con sus 384 metros.

Con un Producto Interior Bruto (PIB) per cápita superior a los 100.000 yuanes (10.000 euros), se enorgullece de ser la ci

udad más rica de China, sólo superada por las vecinas Hong Kong y Macao. Además de albergar el segundo puerto con más tráfico de mercancías después de Shanghai, es la sede de la Bolsa del sur de China y de los centros de investigación y desarrollo de numerosas empresas tecnológicas, como Huawei y Lenovo, así como de las plantas de ensamblaje de prácticamente todo lo que se vende en el mundo, desde los sofisticados iPhones de Apple hasta los juguetes más simples.

Una futurista jungla de rascacielos de cemento y cristal ha crecido en Shenzhen en menos de tres décadas

Como en la América del “Lejano Oeste”, gentes venidas de toda China acuden a Shenzhen para trabajar en las cadenas de montaje de la “fábrica global” que se concentran en el Delta del Río de las Perlas, que baña otros cercanos núcleos industriales como Guangzhou, Dongguan, Foshan y Zhuhai. Comunicada por trenes de alta velocidad con capacidad para 200 pasajeros que salen cada cinco minutos, se trata de un área metropolitana que incluye también a Hong Kong y Macao y tiene una población superior a los 30 millones de habitantes.

Pero en Shenzhen, que es pura modernidad, no hay ni un solo monumento que ver, aparte del enorme cartelón que retrata al “Pequeño Timonel” Deng Xiaoping junto a su inmortal frase: “Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones”.

Shenzhen rinde pleitesía al “Pequeño Timonel” Deng Xiaoping, el “padre” de la apertura al capitalismo

En esta joven y dinámica ciudad sus principales reclamos son sus parques de atracciones. El más famoso es “Ventanas al mundo”, un monumental complejo “kitsch” donde se reproducen a escala los 130 monumentos más famosos del planeta. Desde una Torre Eiffel que mide 108 metros hasta una copia diminuta del Big Ben pasando por la Mezquita Azul de Estambul, el Taj Mahal, el Partenón, las pirámides de Egipto, el Vaticano, el Palacio de Versalles, los canales de Venecia, la Ópera de Sidney, Buckingham, el templo camboyano de Angkor Wat, la torre de Pisa, los molinos de viento de Holanda, los rascacielos de Manhattan, el Monte Saint-Michael y hasta la mismísima Plaza Roja de Moscú. Por parte española destacan una coqueta maqueta del Alcázar de Toledo y una recreación del Parque Güell de Barcelona que haría las delicias de Gaudí. Todas, absolutamente todas las joyas del patrimonio de cada país están presentes en este recinto de 48 hectáreas que resume a la perfección el espíritu de la ciudad donde se levanta: “si no podemos salir a ver otros países, lo mejor es traerlos aquí”.

Con una memoria histórica de apenas treinta años, los principales reclamos turísticos de Shenzhen son sus parques de atracciones

Junto a “Ventanas del Mundo”, destacan el parque temático “China esplendorosa”, que reproduce a escala los encantos de este país, y el gigantesco recinto de OCT East (Overseas Chinese Town), donde sus extasiados visitantes se quedan boquiabiertos ante cascadas artificiales o se deleitan con los platos típicos de cada país en el Pueblo Europeo.

En todos ellos, el habitual pragmatismo oriental vuelve a imponerse entre los chinos, que suman a su habitual campechanía una curiosidad desatada tras décadas de aislamiento maoísta. “Es una manera divertida y bonita de conocer el mundo”, se encoge de hombros la joven Sun Jing mientras se fotografía junto a la Torre de Londres.

El mundo, aunque sea en miniatura, ya empieza a pertenecerle a los chinos.

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