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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Pekín, la capital del imperio olímpico

Pablo M. Díez el

Un descomunal dragón de cristal y acero de la bienvenida a Pekín. Se trata de la nueva terminal 3 del aeropuerto de la capital china, una obra maestra de la arquitectura contemporánea diseñada por sir Norman Foster que se extiende a lo largo de 3,5 kilómetros y ocupa lo mismo que 170 campos de fútbol. Con la forma del animal mitológico más representativo de China, la T3 es la puerta por la que están desembarcando este verano los visitantes que acuden a Pekín en su esperado año olímpico.

Sometida a una profunda renovación urbanística que ha transformado radicalmente su faz, esta megalópolis de 16 millones de habitantes se ha engalanado para ofrecer al viajero lo mejor de su milenaria tradición histórica y la modernidad que ha traído el extraordinario crecimiento económico experimentado durante las tres últimas décadas. Así es el Pekín del siglo XXI, la capital del imperio olímpico:

MONUMENTOS (DE AYER, HOY Y MAÑANA)

A pesar de que una nueva ciudad de rascacielos y colmenas humanas ha sepultado al viejo Pekín, que estaba formado por hutong (los típicos y estrechos callejones chinos con casas bajas de ladrillo gris), el pasado más glorioso de China sigue vivo en monumentos como la Ciudad Prohibida o el Palacio de Verano. Ubicada en el extremo norte de la plaza de Tiananmen, la Ciudad Prohibida llamada así porque estuvo tradicionalmente vedada para el pueblo albergó entre 1421 y 1911 a 24 monarcas de las dinastías Ming y Qing hasta la caída del último emperador, Pu Yi.

Ocupando una superficie de 720.000 metros cuadrados, este complejo arquitectónico es una de las mayores construcciones del mundo y cuenta con numerosos pabellones, como la Sala de la Armonía Preservada o el palacio de Pureza Celestial, donde los emperadores recibían en audiencia a sus ministros, pronunciaban sus discursos oficiales de Estado y celebraban grandes banquetes. Las alas oeste y este de la Ciudad Prohibida, donde vivían los soberanos y sus concubinas, son hoy bibliotecas y curiosos museos donde se expone alguna que otra interesante colección, como una muestra de relojes. Sin embargo, la mayor parte de los tesoros del Palacio Imperial no se encuentran en China, sino en Taiwán, ya que allí se los llevó el Generalísimo Chiang Kai-chek tras ser derrotado por Mao Zedong al final de la Guerra Civil (1945-49). Por su parte, el Palacio de Verano, aún mayor que la Ciudad Prohibida, era el lugar de las afueras de Pekín al que los emperadores se retiraban huyendo del asfixiante calor estival. En realidad, el descomunal recinto que se puede visitar hoy es mucho menor que el Palacio de Verano original, que databa del siglo XII, fue arrasado por las tropas anglo-británicas durante la Segunda Guerra del Opio (1856-1860) y del cual aún se conservan unas cuantas columnas de mármol en ruinas.

Aunque dicho palacio era mucho más espectacular, el actual tampoco tiene desperdicio y consiste en una serie de pabellones y templos levantados en medio del bosque en torno a un enorme lago donde la emperatriz Dowager Cixi construyó un barco de mármol en 1888. Para completar este recorrido por la China imperial, el viajero no puede dejar de acudir a alguno de los tramos de la Gran Muralla próximos a Pekín, como los más turísticos y frecuentados de Badaling, Mutianyu o Juyongguan, a sólo una hora en coche, o al más alejado y natural de Simatai, a 110 kilómetros al nordeste de la ciudad. Pero en la capital china no sólo hay monumentos de ayer, ya que revolución urbanística previa a los Juegos ha dotado a Pekín de edificios que serán una referencia de la arquitectura del mañana.

Además del impresionante Estadio Olímpico, apodado Nido de Pájaro por su original estructura reticular de hormigón, destaca el contiguo Cubo de Agua, donde se celebrarán las competiciones acuáticas y que cuenta con una fachada formada por membranas de plástico que cambian de color y dejan pasar la luz natural.

Fuera de la Villa Olímpica, otra joya arquitectónica es el Auditorio Nacional, una burbuja de cristal que el francés Paul Andreu ha levantado cerca de la plaza de Tiananmen y sobresale en medio de construcciones clásicas como la Ciudad Prohibida o el Gran Palacio del Pueblo, erigido por Mao en la época comunista bajo los principios del frío estilo soviético.

Por último, la sede la televisión estatal CCTV, aún en construcción y diseñada por el arquitecto holandés Rem Koolhas, sorprende por tratarse de dos torres de cristal inclinadas y unidas en su cima del piso 52, por lo que entre ellas queda un enorme vano alrededor del cual se dispone este cubo hueco justo en el centro.

TEMPLOS (BUDISTAS, CRISTIANOS Y MUSULMANES)

Tras la brutal persecución impuesta durante la época de Mao, cuando se destruyeron miles de templos en la Revolución Cultural (1966-76), el culto religioso se ha extendido en China bajo el todavía férreo control del Gobierno. Por eso, se puede visitar desde el Templo de los Lamas, que en el siglo XVIII era el más importante monasterio budista de la ciudad y alberga una estatua de madera de sándalo del Buda Maitreya de 16,5 metros, hasta la mezquita de la calle de la Vaca (Niu jie), pasando por la coqueta iglesia de San José, erigida desde 1655 en plena calle comercial Wangfujing.

Por su parte, al majestuoso Templo del Cielo, todo un símbolo de la ciudad, acudía el emperador para rezar por las buenas cosechas.

PARQUES Y LAGOS (PARA PASEAR Y PERDERSE)

Uno de los rincones más acogedores en esta dura ciudad es el lago de Houhai, plagado de restaurantes con terrazas, cafeterías de diseño y tiendas de moda. Lo mejor es perderse al atardecer paseando alrededor del lago, que también se puede surcar en barca. Pero éste no es el único lugar para evadirse de la frenética vida de la capital. Pekín cuenta con gigantescos parques junto a la Ciudad Prohibida como el de Beihai, coronado por una pagoda blanca en torno a otro gran lago, y el de Jingshan, desde cuya cima se tiene una inmejorable vista de los tejados de los pabellones que forman el palacio imperial.

HUTONG Y SIHEYUAN (EL VIEJO PEKÍN)

Para palpar la esencia del Pekín más auténtico, lo más recomendable es recorrer los hutong que aún quedan en pie en el centro: cerca de la remodelada calle comercial Qianmen en el extremo sur de la plaza de Tiananmen, alrededor de Houhai y entre el Templo de los Lamas y las torres del Tambor y de la Campana.

En estos callejones estrechos, que discurren de este a oeste para cumplir los principios del feng-shui, se pueden encontrar desde casas sin cuartos de baño donde decenas de familias viven hacinadas en pequeños y polvorientos cuartuchos hasta mansiones de lujo en los carísimos siheyuan (grandes viviendas dotadas con una puerta de piedra circular y cercadas por un muro que oculta su patio interior, alrededor del cual se disponen sus distintas estancias).

COMER, BEBER, AMA

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Como en el resto de China, donde la comida supone una obsesión nacional, la oferta gastronómica de Pekín es tan variada que el viajero puede degustar desde unos pinchitos morunos por menos de un euro hasta los más lujosos restaurantes, como Huang Ting, en el hotel Península, o Dong Xin Lou, en la calle de los Fantasmas (Gui jie).

En esta ciudad de contrastes, destaca el hutong Nanluoguxian, plagado de acogedoras cafeterías de diseño en medio de destartaladas casas de vecinos. Además, no hay que perderse el tradicional pato de Pekín en el restaurante Da Dong, frente al Hotel Zhaolong y cerca de la calle de los bares en Sanlitun. Después de disfrutar de unas copas en The Face, detrás del Instituto Cervantes, o The Bed, en el hutong Zhangwang, junto a la Torre de la Campana, la noche llevará al visitante a bailar y a amar a las bellezas orientales en las discotecas del parque de Chaoyang (Block 8, Suzie Wong) o del Estadio de los Trabajadores (Cargo, Angel, Mix). Para reponer fuerzas, se puede desayunar en los restaurantes con farolillos rojos de la calle de los Fantasmas, abiertos toda la noche, o en Jin Ding Xuan, próximo al Templo de los Lamas.

ACROBACIAS Y ÓPERA CHINA

Tanto la ópera china como las acrobacias suponen uno de los espectáculos más apreciados por los viajeros que visitan Pekín. Para presenciar una representación de la ópera de Pekín, una de las variedades más famosas de la ópera china, se puede acudir al Teatro Chang´an (7, Jianguomen Dajie), al que también asisten numerosos aficionados locales que se maravillan por los vistosos trajes y maquillajes de los actores y la chirriante y estruendosa música.

Por su parte, el Teatro Chaoyang (36, Dongsanhuan Beilu), al este del tercer anillo, ofrece funciones de ópera china en una sala pequeña e inverosímiles actuaciones de acróbatas en una estancia mayor que se suele llenar de turistas. La sala de conciertos del edificio Poly Plaza (14, Dongzhimen Nandajie) también suele acoger sobrecogedores espectáculos de la Compañía Nacional de Acrobacias de China, cuyos impresionantes números y saltos dejarán boquiabiertos a los espectadores y cautivarán a los niños.

COMUNISMO CONSUMISTA

Tras abrirse al mundo después de la muerte de Mao Zedong, China se ha embarcado en el capitalismo y el consumismo con la misma ferocidad con que antes abrazó el comunismo. No en vano, China se ha convertido en la fábrica global por la abundancia de mano de obra barata que suponen sus 1.300 millones de habitantes. Por eso, en Pekín hay numerosas galerías comerciales, como el Mercado de la Seda, Hongqiao (frente al Templo del Cielo) y Yashow (cerca de la calle Sanlitun), muy frecuentadas por los turistas que buscan ropa y bolsos de marca falsificados por entre 10 y 20 euros, relojes de imitación y perlas.

Además, la capital china cuenta con grandes centros comerciales de lujo como Oriental Plaza, Guomao, Shin Kong Plaza o The Place, donde han abierto sus puertas las elitistas boutiques de Chanel, Dior, Gucci, Louis Vitton o Prada. Todo es negocio en la consumista China comunista.

ARTE Y ANTIGÜEDADES (NO SÓLO EN LOS MUSEOS)

En Pekín abundan interesantes salas de exposiciones como el museo de la Ciudad Imperial, en los aledaños de la Ciudad Prohibida, el museo de Historia, en plena plaza de Tiananmen, y el nuevo y muy recomendable museo de la Capital, en la avenida Chang´an. Además, los aficionados al arte y las antigüedades disfrutarán de lo lindo en las tiendas de los mercados de Panjiayuan, que abre los domingos, y Liulichang, cerca del metro de Hepingmen. Allí sus vendedores aseguran tener finos jarrones de cerámica de la dinastía Ming o estatuas de Buda de hace más de dos siglos. Sea un cuento chino o no, merece la pena darse una vuelta para comprobarlo y regatear al comprar alguna escultura de jade o un cuadro con vistosos caracteres en mandarín. Siempre y cuando, claro, a uno no lo engañen como a un chino.

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