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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Marea humana en China

Pablo M. Díez el

Dicen que si todos los chinos saltaran a la vez, podrían cambiar el eje de rotación de la Tierra. ¿Y qué pasaría si todos decidieran darse un chapuzón en el mar y hacer olas? Pues seguro que serían capaces de provocar otro “tsunami” en Asia. Es lo que tiene nacer en la nación más poblada del planeta y convivir con otros 1.300 millones de semejantes: que uno hace cualquier cosa y, por muy original que se crea, acaba siendo reducido a un pequeño puntito en uno de esos dibujos como los de “¿Dónde está Wally?”.

Aunque lo parezca, esta imagen no es de Benidorm en pleno mes de agosto, sino de un fin de semana de verano en la playa de Fujiazhuang, en la ciudad china de Dalian. En el gigante asiático no hay, como en España, un mes entero de vacaciones ni siquiera en todo el año si se suman los días libres pero basta con que unos cuantos miles de amiguetes decidan pasar un día de asueto en la costa para inundar la arena de sombrillas y el mar de flotadores, manguitos, barcas y, por supuesto, mucha Humanidad. Tanta que, al final, no se sabe bien dónde acaba la tierra y empieza el mar y los bañistas se dejan llevar por la marea humana más que por las olas. ¿Mandarán las familias, como en España, a los abuelos a las ocho de la mañana para que cojan sitio en primera línea de playa?
Y todo ello a pesar de que los chinos no son especialmente aficionados a tumbarse a la bartola el día entero para tomar el sol, ya que el ideal de belleza oriental, sobre todo para las mujeres, se basa en una inmaculada piel blanquísima que obliga a las féminas a las damas a salir en verano con sombrillas para protegerse de los mismos rayos UVA por los que en otros países se paga un riñón en los centros de belleza.
Pero, gracias al progreso y la modernización que ha traído el crecimiento económico, en los últimos tiempos ha proliferado la moda del veraneo en agradables ciudades costeras de sabor colonial como Dalian, la subsede olímpica de vela de Qingdao, Beidahe (el antiguo refugio vacacional de Mao Zedong) y la paradisíaca isla tropical de Hainan. Lo malo es que uno nunca estará solo en medio de la marea humana china.

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