Pablo M. Díez el 23 mar, 2014 Ver amanecer a bordo de un avión es una de las experiencias más hermosas de la vida. Más en Oriente, donde la fina línea del horizonte se tiñe de naranja en medio de la oscuridad de la noche y, poco a poco, se va agrandando hasta inundar con su luz el día. Y, más aún, en la ruta entre Kuala Lumpur y Pekín que ayer, dos semanas después de la misteriosa desaparición del vuelo MH 370 de Malaysia Airlines, me trajo de vuelta a China en un Boeing 777 de esa misma aerolínea igual al que se ha perdido sin dejar rastro. Una azafata atiende a los pasajeros del vuelo MH 318 de Malaysia Airlines, nuevo código para la fatídica ruta entre Kuala Lumpur y Pekín. Probablemente estrellado en las profundidades del Océano Indico, sus 239 ocupantes jamás volverán a presenciar el sobrecogedor amanecer que ayer nos deslumbró a los que íbamos a bordo de ese avión. Caprichoso, el destino quiso que la luz se apagara para ellos y sus familiares, que viven desde entonces sumidos en la dolorosa oscuridad de no saber qué ha sido de sus seres queridos. Un sufrimiento que dura ya quince días y que, por desgracia, se prolongará hasta que se encuentre el avión. Entonces habrá que seguir arrojando luz a un caso plagado de enigmas para averiguar por qué el vuelo MH 370 cortó sus transmisiones y se salió de su ruta para seguir un rumbo totalmente distinto. Como nosotros ayer después de ese mismo viaje en mitad de la noche, las familias de los pasajeros desaparecidos merecen ver la luz al final del vuelo MH 370. Otros temas Tags accidenteaereoairlinesaviacionavionchinadesapariciondesastrekuala lumpurMalasiamalaysiaMH 370misteriopekinperdido Comentarios Pablo M. Díez el 23 mar, 2014
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”