En la gigantesca ciudad de Manila se puede pasar en pocos kilómetros del barrio de Makati, el impoluto distrito financiero plagado de rascacielos y galerías comerciales de lujo que parece Tokio, a Malate, la antigua zona de las “luces rojas” donde aún se ve una pobreza como la que abunda en las calles de Nueva Delhi, y a Intramuros, el centro histórico de la época colonial española cuyas calles empedradas y fachadas blancas con rejas negras recuerdan a Cádiz.
Alrededor de la muralla que rodea la fortaleza de Intramuros se ha levantado un campo de golf. A la sombra de los rascacielos de los alrededores, cercanos al parque José Rizal dedicado al fusilado héroe de la independencia filipina, los jugadores se entretienen siguiendo el recorrido en una ciudad donde los contrastes entre la ostentación y la miseria saltan a flor de piel.
Y, para recorrer Intramuros a través de sus estrechas calles de estilo español, nada mejor que pilotar un “segway”, el innovador vehículo de dos ruedas que, gracias a sus sensores giroscópicos, se mantiene en equilibrio y se mueve siguiendo la inclinación del cuerpo. Una forma curiosa y divertida de hacer turismo por el corazón español de Manila.
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