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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Escuela de genios

Pablo M. Díez el

Los inventos infantiles nos asombran a los que somos unos manazas. Durante el fin de semana he acompañado a mi casero a un colegio a las afueras de Pekín, cerca del aeropuerto, para visitar una exhibición científica de artilugios creados por alumnos de entre 14 y 18 años. En total, había 201 diseños científicos procedentes de medio centenar de escuelas pequinesas y 31 de once países, entre ellos Estados Unidos, Dinamarca, Malasia y Singapur. No se por qué, pero no me extrañó no encontrar ningún colegio de España.

Ru Yi, Yan Qiyu y Shi Yi han ganado más de mil euros con una nevera portátil que permite regular la temperatura y el tiempo.

Ru Yi, la hija de mi casero, y dos compañeros, Yan Qiyu y Shi Yi, ganaron una medalla por su proyecto: una nevera de plástico portátil a la que, en lugar de añadirle hielo para mantener el frío (como hacía yo cuando iba a la playa), le habían incorporado un panel eléctrico que funciona con una pila para regular la temperatura y el tiempo de congelación. “De esta manera es posible transportar carne, pescado o muestras de sangre conservando sus propiedades”, me explicó en un inglés bastante bueno la pequeña Ru Yi. Su idea recoge las inquietudes de la clase media china, cada vez más concienciada por los escándalos alimentarios que han proliferado por todo el país debido a su insostenible desarrollo económico. Buena prueba de ello es que, además de obtener la citada medalla de oro, dos empresas han premiado a los tres estudiantes con 5.000 yuanes (620 euros) cada una. Los chavales ya han dicho que van a donar el dinero para alguna buena causa solidaria.

Junto al proyecto de Ru Yi y sus amigos, otro invento interesante era el que habían diseñado los malasios Alif Mansor y Ai Man, ambos de 17 años. Al venir de un país mayoritariamente musulmán, han desarrollado una brújula sonora para orientar a los ciegos en su búsqueda de La Meca a la hora de sus rezos diarios. Los ingresos por las ventas de dicha brújula, que cuestan 59 yuanes (6,2 euros) también van destinados a asociaciones que ayudan a los invidentes.

Entre aviones de juguete “tuneados”, pequeños robots de fabricación casera e instrumentos musicales como un chelo conectado a un estetoscopio, la exhibición era una auténtica escuela de genios.

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