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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Epílogo: la silenciosa diplomacia española

Pablo M. Díez el

Al hilo del último artículo en este “blog”, “La cagona diplomacia española”, recibí un correo electrónico de un buen amigo de Pekín, una de las personas más brillantes y con mayor conocimiento de China que me he encontrado en este país. En dicho mensaje me reprochaba el “desdén” con que, a su juicio, yo había descrito a los “aburridos” autores del manifiesto anónimo que ha circulado estos días por internet contra el embajador de España en China, Eugenio Bregolat, por vetar la presentación en el Instituto Cervantes del libro “La silenciosa conquista china”, de Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo.

Heriberto Araújo y Juan Pablo Cardenal, los autores de "La silenciosa conquista china". CRISTINA MARTÍ

Recuperando la terminología contestataria del 15-M que él mismo enarbolaba, le dije que la “sintaxis” de dicho manifiesto sí que era realmente “indigna” de alguien como él, que debería estar escribiendo libros de filosofía o novelas. Pero él me explicó las razones que habían llevado a los autores a redactar dicho manifiesto, que incluyo aquí a modo de epílogo sobre la, llamémosla así, “silenciosa diplomacia española”. Otro buen amigo de Pekín, periodista mesurado y riguroso donde los haya, también me advirtió que lo de “cagona” era un “poco vulgar”, pese a que la Real Academia de la Lengua admita dicho adjetivo como sinónimo de “miedosa”.

Según uno de los autores del manifiesto anónimo, el veto al libro “La silenciosa conquista china” había sido “el catalizador de la protesta porque es la consecuencia de años de condescendencia acrítica, que es la política que Bregolat ha ejemplificado mejor que nadie”. Entre sus críticas recordaba la famosa “cita pirenaica” que aparece en su libro “La segunda revolución china”. En el capítulo “Regreso a Tiananmen”, Bregolat escribe en la página 245: “Se me ocurrió decir a una emisora de radio que en el jardín de la Embajada se respiraba casi la tranquilidad de un rincón del Pirineo. Fui muy criticado por estas declaraciones. La idea que se habían formado algunos es que todo Pekín estaba cubierto de cuerpos ensangrentados y tanques quemados. No era así, aunque sin duda el subconsciente me traicionó cuando quise ver en mi jardín de Pekín mi añorado Pirineo”.

Pero, sin duda, donde mejor justifica su actitud, de entonces y de ahora, es en la página siguiente, donde afirma lo siguiente: “Me llovían las llamadas de radio y televisiones (…). Antes de hablar, prevenía a mis interlocutores para que no me hicieran preguntas políticas, que no podía contestar. Recuerdo que mientras esperaba una de estas comunicaciones, al otro lado del hilo oía hablar del “carnicero de Tiananmen”. A menudo la obligación de discreción del diplomático choca con los intereses legítimos de los periodistas”.

Como se ha podido comprobar en esta nueva ocasión, su discreción diplomática ha vuelto a colisionar con la difusión de la obra firmada por Cardenal y Araújo, que llevan bastantes años trabajando como corresponsales en China. Aunque la noticia del veto ha salido publicada en los principales periódicos de España, como El País, El Mundo y ABC, mi anónimo amigo no entendía la “tibieza” con que los periodistas habíamos respondido a “esta tomadura de pelo, el vuestro para más señas”. “Estáis en una plaza en la que este tema de la censura y la ausencia de otros derechos básicos son vuestro pan de cada día, debéis estar hartos de tratarlo y resulta que es vuestro propio embajador quien os ha hecho la cama”, recriminaba en su mensaje.

Por último, tampoco parecía demasiado preocupado por el escaso apoyo que ha recibido el manifiesto reclamando la dimisión o el cese de Bregolat, que apenas han firmado media docena de personas. “Estaba pensado como una provocación que estimulase una reflexión y, en este sentido, ha cumplido su propósito ampliamente. Las firmas eran lo de menos”, insistía el autor, quien también apuntaba que había mucha gente que lo apoyaba pero no podía rubricarlo por evidentes intereses profesionales.

Finalmente, el libro “La silenciosa conquista china” fue presentado el jueves 7 de junio en la Embajada de México. Y no ocurrió nada. No aparecieron la Policía ni el Ejército Popular de Liberación para llevarnos al “cuartelillo” y, por supuesto, nadie de la Embajada española. Al menos no de forma oficial, porque sí que había algún funcionario entre los asistentes. Como era de esperar, la cuestión del veto surgió en el turno de preguntas. “¿Por qué no se ha presentado este libro en la Embajada de España?”, interrogaron a Heriberto Araújo, quien, de forma elegante, prefirió no responder, indicando que en internet había información al respecto.

El pasado fin de semana, tomando una copa en “Fez”, la terraza del restaurante “Agua”, me encontré con dos de los empresarios españoles más veteranos en China. Aunque se oponían a la censura, comprendían que el embajador Bregolat no hubiera apoyado la presentación del libro “para evitarle a las compañías españolas problemas con los chinos”. Aunque no la comparto, su postura me parece tan legítima como la del manifiesto anónimo porque, al fin y al cabo, cada uno cuenta la película según le conviene. Incluidos, por supuesto, nosotros los periodistas.

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