Pablo M. Díez el 21 abr, 2010 Banderas a media asta. Rostros cariacontecidos. Bares, cines y teatros cerrados. Suspendidos los programas de entretenimiento, casi todos los canales emiten el mismo informativo especial de la Televisión Central de China (CCTV). Trajes oscuros y una flor blanca en la solapa. Y un estallido de sirenas y bocinas a las diez de la mañana (cuatro de la madrugada, hora española) que ha sonado por todo el país en medio de tres estremecedores minutos de silencio para recordar a las víctimas del terremoto que sacudió la semana pasada a la prefectura de Yushu, una zona tibetana enclavada en la provincia de Qinghai, al suroeste de China. Una mujer tibetana reza por las víctimas del terremoto de Qinghai. REUTERS El balance oficial es de 2.064 muertos y unos 12.000 heridos, mucho menos de las casi 90.000 vidas que se cobró el devastador seísmo de Sichuan en mayo de 2008, pero de todas maneras una gran tragedia que ha conmocionado a toda la sociedad. China está de luto. Por decreto, habría que añadir. Porque en este país donde todo lo controla el Partido Comunista, hasta las sentidas muestras de dolor de sus 1.300 millones están milimétricamente organizadas. Ataviados todos con su habitual chándal azul y blanco, los estudiantes han sido formados en los patios de los colegios para inclinar sus cabezas como tributo a los muertos y homenaje a los damnificados. En las autopistas y avenidas, los conductores han detenido sus coches han hecho sonar el claxon con la misma intensidad con que lo hicieron hace dos años para recordar a las víctimas del terremoto de Sichuan. En las plazas de todas las ciudades, los soldados, policías, bomberos y cuadros del Partido se han reunido para depositar flores por su memoria. Entre ellos figuraba, por supuesto, el presidente Hu Jintao, que ha dirigido un acto central en la emblemática plaza de Tiananmen, en Pekín. Anoche, una gala benéfica en televisión recaudó 2.175 millones de yuanes (unos 220 millones de euros) en donaciones efectuadas, en su mayoría, por las grandes compañías estatales, ricos magnates y estrellas del mundo del espectáculo, el deporte y los medios de comunicación. Fue un programa que unió a los cantantes más famosos de China por una buena causa: ayudar a una de las zonas más pobres en el interior rural del país, cuyo subdesarrollo ha quedado de manifiesto con el temblor de magnitud 7,1 en la Escala Richter que derrumbó miles de casas en Jiegu, la principal ciudad de la prefectura de Yushu. Como dicha zona fue desgajada del Tíbet y unida a la vecina provincia de Qinghai, buena parte de sus 100.000 habitantes son de etnia tibetana y suspiran por la independencia de su región y el regreso del Dalai Lama, quien mostró sus condolencias desde su exilio en la ciudad india de Dharamsala. Hace dos años, el Ejército Popular de Liberación aplacaba con dureza en estas zonas tibetanas la revuelta que estalló en Lhasa el 14 de marzo de 2008, deteniendo a cientos de monjes y seguidores del Dalai Lama e incluso abatiendo a varios de ellos con sus balas. Hoy, esos mismos soldados los rescatan de los escombros de sus casas o los ayudan a incinerar a los seres queridos que han perdido en el seísmo. La rueda tibetana de la vida y la muerte sigue girando. China está hoy de luto. Otros temas Tags chinadalaidamnificadosheridoshomenajeindependenciajiegulamalhasalutomuertospobrezaqinghairevueltaseismosichuansilenciosubdesarrollotemblorterremotoyushu Comentarios Pablo M. Díez el 21 abr, 2010
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”