Es el restaurador más famoso del mundo por sus comidas y el más famoso en el mundo del fútbol por sus cálidas relaciones con todos los clubes, presidentes, directivos, entrenadores, jugadores y árbitros. Rojiblanco de corazón, a Lucio le entrevistamos muchas veces para que opinara sobre un derbi madrileño. Es atlético, lo será siempre. Enrique Cerezo es un asistente periódico a su restaurante. Pero Lucio también es madridista. Y rayista (tiene una camarera de oro, la rubia, que es vallecana de postín, del foro puro). Y es del Getafe de Ángel Torres. Y del Leganés. Y del Deportivo (Lendoiro ha sido y es un asiduo a sus huevos rotos). Y de todos los equipos. Jugadores y entrenadores de ayer y de hoy, de todas las épocas, acuden a su emporio y dialogan con él y con sus amigos de todas sus grandes historias que permitirían escribir una enciclopedia sobre el fútbol y los toros, sobre el flamenco y todos los palos del arte. Lucio era colchonero, sí, pero era y es un gran amigo del Real Madrid y de todo el madridismo. Su amistad con Santiago Bernabéu era una de las más bonitas de su larga e intensa vida.
Sus comidas con Don Santiago eran inolvidables. Buen amigo de Vicente Calderón y de aquel loco que construyó un estadio después de acabar la guerra civil, Lucio charlaba con el dirigente albaceteño con la grandeza de quienes, ambos, vinieron desde abajo para llegar a lo más alto.
Sus fotos con Bernabéu pueden verse en La Taberna Los Huevos de Lucio, situada enfrente de su restaurante, pues en Casa Lucio harían falta tres Ministerios para poder colocar todas las fotos de personas importantes que han pasado por sus mesas.
Lucio Blázquez cumplió ayer 87 años. Y allí estaba, en su Casa, a las dos de la tarde, en su restaurante, para recibir a todo el mundo, para celebrarlo trabajando, que es lo que ha hecho toda su vida. Los comensales de ayer le llevaron al salón principal y le hicieron subirse a la rampa de la escalera principal, la que lleva al segundo piso del restaurante, para ser aplaudido por todos los presentes. Hubo un largo aplauso, como si de un cantante de ópera se tratara. Una ópera de la comida ha hecho desde los años setenta.
Se acerca a los cincuenta años la creación de Casa Lucio, entonces un mesón que adquirió, siendo el último de la fila, un camarero, para hacerla famosa en el planeta Tierra. Lucio entró a trabajar en ese sitio con doce años. Se llamaba Mesón El Segoviano. Desde los años setenta es conocido en todas las guías del mundo.
Un cantaor y un guitarrista se pusieron ayer en el centro del cosío de la comida para homenajear a Lucio. Fandangos en honor al restaurador. Sus hijos, Javier, María del Carmen, Fernando, están con él cada día trabajando en el restaurante. Han sabido coger el testigo.
Lucio habla de fútbol con objetividad. Una cosa es ser simpatizante del Atlético y otra no saber juzgar las cosas. Para él, que el eterno rival ganara las Copas de Europa es bueno para Madrid. Prefiere que las consiga el Atlético, pero si no es así, que las conquiste otro club de la capital.
Ahora sería impensable, pero hace veinticinco años todo árbitro que se preciara iba a comer a Lucio antes de dirigirse al estadio de turno para dirigir un partido del Real Madrid o del Atlético. Quien no pasaba por Lucio estando en Madrid no era nadie. No había estado en Madrid. Era así.
Este hombre que en el inicio de los años setenta cogió aquel mesón y lo convirtió en Casa Lucio, donde se guardan fotos de todas las personas importantes de la historia y del presente del Real Madrid, del Atlético y de todos los equipos en mil vivencias. Ese hombre que tuvo los santos huevos (de Lucio) de llamar al Rey en los años setenta y decirle que viniera a probar los mejores huevos del mundo. Y Don Juan Carlos vino. Y constató que eran los mejores huevos del mundo. Los huevos de Lucio.
Hay futbolistas rojiblancos como Tiago que acudían a la Taberna Los Huevos de Lucio, enfrente, cuando solo querían picar algo y no una comida clásica de mantel y mesa. Allí nos hemos encontrado con entrenadores, jugadores, pilotos de motociclismo, con todo el mundo del deporte. Lucio cumplió el 12 de febrero 87 años, querido por todos. ¿Del Atlético? No, de todos los equipos. De todos los hombres que tienen amor por unos colores.
Habría que hacer la pregunta al revés: ¿Qué equipo, qué dirigente, qué entrenador, que árbitro, qué jugador no era, no es, de Lucio? Ese es su arte. Sabe escuchar y callar. Guarda los códigos. Es más importante por lo que calla que por lo que sabe. Todos son de su equipo. Y sus trece Champions ganadas, como las que suma el Real Madrid, son su magnífica comida.
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