Di Stéfano querría jugar hoy

Cortita y al pie. Alfredo di Stéfano fue el culpable ejecutivo en el césped de la locura ideada por el periódico L’Equipe y Santiago Bernabéu, reunidos en París para organizar la Copa de Europa a partir de 1955. La Copa Latina, precursora de la Copa de Europa, se había quedado pequeña. En ella se conocieron Di Stéfano, líder del Real Madrid, y Raymond Kopa, jefe del gran Stade de Reims que tenía a Fontaine como rematador de los pases de oro del rubio de origen polaco. Un año después, en 1956, el Madrid de Alfredo y el Stade de Kopa disputaron la primera gran final de la Copa de Europa. Y Di Stéfano dirigió al equipo español hacia la leyenda.
Bernabéu, que de tonto no tenía un pelo, fichó a Kopa poco después. Y el francés ganó tres Copas de Europa y el Balón de Oro vestido de blanco. En 1959, Real Madrid y Stade de Reims volvieron a medirse en la final del gran evento continental. Y los blancos festejaron su cuarta victoria. Hoy, ambos clubes rememoran en el trofeo Bernabéu aquella primera gran cita de 1956.
Di Stéfano, desde el cielo, ha desvelado que desearía jugar este partido. Le encantaría revivir aquellos partidos de la Copa Latina y de las dos grandes finales europeas, junto a Puskas, junto a Kopa. Incluso no le importaría tener a Raymond enfrente con la preciosa camisola con cuerdas en el cuello del Stade.
Hoy, el Bernabéu recibe a los campeones de la Supercopa de Europa con Di Stéfano en la memoria, ansioso por bajar. Hoy, la afición festeja el estreno de Morata y Asensio como nuevos jugadores del primer equipo. Di Stéfano les verá jugar desde arriba. Puskas, siempre sonriente, le ha dicho que ahora les toca a estos jóvenes. Pero Alfredo nunca dejó de ser un jugador. Tenía cabeza de futbolista. Sentimiento de estar en el césped y de conocer las dificultades y el sacrificio para ser el número uno del mundo. Kopa y él obtuvieron balones de oro en aquella época. También lo ganó Luis Suárez, otro amigo. El Real Madrid-Stade de Reims es el homenaje de una época del mejor fútbol.