Decidme qué se siente

Decídme qué se siente cuando dos equipos rivales de Madrid han vuelto a dar, en dos partidos, la buena imagen que ofrecieron en las finales de Lisboa y Milán, con la excepción de esos grupúsculos ultras que no representan a los clubes y que durante lustros chantajearon a las directivas para que les pagaran prebendas y viajes.
Decídme qué se siente cuando dos aficiones rivales han dado también una buena imagen, con esa excepción referida de quienes no representan a nadie. Si las finales de Lisboa y Milán las hubieran jugado los rivales Inter y Milán o Lazio y Roma, les aseguro que el resultado no habría sido el mismo que han dado históricamente los seguidores de Real Madrid y Atlético de Madrid.
Decídme qué se siente cuando el máximo antagonismo entre los dos grupos de aficionados han sido dos pancartas gigantes que solo tiraban un dardo dialéctico que es la chispa del fútbol, sin mayor trascendencia, por mucho que se haya intentado engrandecer la relevancia de dos mensajitos escritos en grande.
Decídme qué se siente cuando esas aficiones madrileñas son amigas y en muchos casos comparten otras aficiones. Los seguidores del Madrid y el Atlético han acudido juntos a los partidos durante décadas, hasta que la seguridad forzada por los ultras obligó a separarles en las gradas. Los seguidores normales se llevan bien entre ellos y no necesitan separarse, entre otras cosas porque comparten tertulia de casa, de bar, de café, de desayuno y vivencias a lo largo de la semana y no se pegan. Es ridículo separarles.
Decídme qué se siente cuando dos equipos de Madrid han sido los mejores en las Champions 2013-2014, 2015-2016 y en la actual. Tenía que haber un ganador y será el Real Madrid el que luche por el primer doblete consecutivo de la historia en Liga de Campeones. El rival, la Juventus será una segunda final, porque el derbi ya lo ha sido.
Decídme qué se siente cuando los dos equipos de Madrid reinan en Europa. Se siente mucho. Y bueno.