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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

Cristiano vuelve a casarse con el balón

Tomás González-Martín el

Estaba enemistado con el balón. Durante tres meses se entrenaba al máximo y las cosas no le salían ni en Valdebebas. La pelota no le entraba. Se juega como se entrena y después tampoco le salía casi nada en competición. Sus remates se topaban con los postes. El balón le engañaba, decía en su fuero íntimo. Vivía una fase negativa, en la que se obsesionó con las burlas por su fiesta y con las críticas a su presunto antimadridismo al celebrar su trigésimo cumpleaños tras aquel 4-0 del derbi liguero. Debía regresar a su estado positivo. A su forma optimista y ambiciosa de abordar sus retos. Tenía que volver a pensar que no le puede gustar a todo el mundo. Es imposible. Los grandes deben asumir eso. Suscitan mucha admiración y más envidias.

Retornó a su mentalidad ganadora. Debía reconocer sus errores para no olvidarlos (no habrá más fiestas así) y centrarse en su calidad para ser el mejor del mundo. Su concentración en demostrar de nuevo su valía le permitió recuperar su esencia. Y el gol. Volvió a disfrutar del fútbol. La pelota era otra vez su novia, no su madrastra. Y Ronaldo se reinventó con los goles.

Hay otra razón puramente futbolística en la resurreción del portugués. Ha pagado caro, como todo el equipo, las ausencias de Modric y James. Durante tres meses ha sido víctima del fútbol centrocuentista de pases horizontales, sin recibir balones en profundidad y al hueco. El triple Balón de Oro necesita juego rápido y al primer toque. Su potencia requiere que le envíen pases en un máximo tiempo de dos segundos con el fin de aprovechar su carrera y no poner en guardia a los defensas. En esos meses con bajas, Illarra y Lucas Silva, hay que decirlo, no se arriesgaban. El primero juega con miedo, siempre buscando asegurar el esférico atrás, emeroso de errar el pase. El segundo es muy joven. Hasta Isco retenía demasiado la pelota n su afán por caracolear. El malagueño daba tantas chicuelinas que mataba el efecto mortal que Ronaldo y Bale tienen con su zancada en los centros al primer toque, raudos, inalcanzables si vuelan en ese espasmo del pase instantáneo. Los rivales saben que lo harán, pero si el pase es inmediato, es imposible frenarles. 

Ahora, el regreso de James y la inyección de velocidad que Cristiano pedía y Ancelottia exigía han puesto las cosas en su sitio. Y al luso en su pedestal. El colombiano es el hombre que recibe el balón y lanza el centro preciso, al segundo, que necesita el triple Bota de Oro para buscar la cuarta. Esa rapidez en el juego ha recuperado el ADN de Cristiano. Ahora vuelve a atacar de cara, no de espaldas, como le vimos en San Mamés, hastiado de un centro del campo ñoño, sin verticalidad. Y ahora aborda su récord de 46 goles en Liga. Lleva 38. Y quiere ser decisivo en la Champions.

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