Sepp Blatter no deja de lanzar piropos merecidos a la calidad de Cristiano Ronaldo desde que intentó emular a Laurence Olivier en Oxford. El presidente de la FIFA demostró que el teatro no es lo suyo. Su afición por ser actor le confirmó que no tiene dotes para ello. Solo hizo el ridículo. Para eso, era mejor fichar por una película de Segura y estar a tono con el gusto. El máximo dirigente del fútbol mundial ha introducido a la FIFA en un problema sin solución. Su favoritismo en pro de Messi, hablado y escrito, le ha dejado con las vergüenzas del Balón de Oro al descubierto.
Ahora, Blatter vive en un dilema. Messi, su amor futbolístico, no puede ganar el premio porque su temporada no ha sido excelente. Cristiano y Ribery le han superado. Verdaderamente, por rendimiento individual, lo debería conseguir Ronaldo, al que ha menospreciado dos veces. Una, con su ridiculización teatral, que acabó en ridículo propio. Y otra, lo peor, con los perfiles descritos en la web de la FIFA, que se mueren de halagos para Leo y definen a CR7, sin embargo, como “el jugador portugués”. Esta segunda parcialidad extrema es la que más ha molestado a la estrella lusa.
El máximo responsable del fútbol mundial no sabe cómo acercarse al delantero del Real Madrid para pedirle perdón en privado, nunca en público, y convencerle de la conveniencia de acudir el 13 de enero a la Gala del Balón de Oro. Parece que Blatter le estuviera diciendo que si va, lo ganará. Pero eso no es verdad. El propio directivo afirma que no sabe quien obtendrá el galardón, que toda la votación será limpia y pública. Hay una mayoría de votantes francófonos, porque ejercen este derecho electoral los corresponsales de France Football. Y el partidismo inicial de Sepp hacia Messi implica que muchos votantes puedan decantarse por las directrices del dirigente, hoy por tí y mañana por mí, y que ese reparto de votos entre los tres candidatos conceda definitivamente el premio a Frank, que ganó con el Bayern la Champions, la Liga y la Copa.
Ahora, Joseph Blatter corre como pollo sin cabeza porque sabe que CR7 ha sido el mejor futbolista del año. Precisamente, el Real Madrid no ha ganado ningún título y el portugués ha destacado como un genio individual en un equipo sin trofeo. Ribery, por el contrario, no ha sido el mago que le ha dado los títulos al Bayern. Hay otros jugadores importantes en el club muniqués que han sido fundamentales en el éxito. En el Madrid, sin embargo, CR7 ha sido el hombre clave, el que ha mantenido el nivel del conjunto blanco ante todas vicisitudes.
Ronaldo no quiere ir a la Gala porque ese partidismo de Blatter puede haber decidido el Balón, que no es de Oro, sino de sospecha. El hecho de que el presidente de la FIFA no le pida disculpas públicamente es un comportamiento soberbio que tampoco le gusta. Quiere pedirle perdón, el suizo, de manera íntima, los dos cara a cara, sin testigos ni foto, pero nunca reconocer ante el mundo que se ha equivocado de forma muy grave. Es esa prepotencia la que desagrada al futbolista portugués. El mejor del mundo no desea ir a la fiesta del Balón. Y entonces, sin el mejor, el Balón no será de Oro, sino de cobre. Lo cobre quien lo cobre.
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