Tomás González-Martín el 07 jun, 2014 En el seno interno del Real Madrid se reconoce que Ancelotti echaba broncas al final de los partidos a los jugadores que no hayan cumplido su misión, por falta de actitud o por carencia de disciplina táctica. No es normal en el fútbol de hoy criticar a los jugadores una vez acabado el encuentro, todavía en el fragor mental de la pelea, con la adrenalina en vilo. Carlo es diferente. Mantiene el viejo ideario del fútbol de siempre. No espera al día siguiente, como hacen la mayoría de los entrenadores. Piensa que los futbolistas son profesionales y saben cuando no han hecho su trabajo. Otra cosa es que el rival sea mejor. Se acepta y habrá que mejorar. Pero no admite que no se ejecute lo hablado durante las sesiones tácticas. Los jugadores le han visto enfadarse con algunos de ellos por no hacer bien las cosas. Esa imagen de corderito no es cierta. No es un diplomático que hace lo que un presidente diga. Es un técnico que defiende los códigos internos ante la prensa y se pone duro en la intimidad del equipo. Echa broncas a la plantilla y después la defiende ante la prensa. No acusa a nadie ante los medios de comunicación. Lava los trapos sucios dentro del vestuario blanco. Por eso es respetado por sus pupilos. Y ellos le dan muchas veces la razón. Saben que tiene argumentos para criticarles. El mejor ejemplo, el último de la temporada, se vivió en la final de la Champions. Marcelo estaba enojado por no ser titular. Pero Coentrao era el lateral izquierdo que, por fin, había jugado bien en el Madrid y se merecía ser titular. Fabio estuvo magnífico ante el Bayern, el Borussia y el Schalke. Y jugó de manera excelente frente al Barcelona en la final de Copa. El portugués debía jugar la final de la Copa de Europa. era obvio. Marcelo lo comprendió. Carlo le sacó en el segundo tiempo y su calidad hizo sufrir al Atlético hasta que Ramos marcó el gol del empate que dio paso a la prórroga y a la Décima. El brasileño anotó el 3-1 que decantaba definitivamente la Liga de Campeones para el Madrid. En plena fiesta, cuando Ancelotti daba la rueda de prensa, Marcelo se unió a Pepe, Modric, Isco y otros futbolistas para interrumpir las respuestas de su jefe y cantar a su lado. Como si fuera su padre. Era un reconocimiento al trabajo y a la forma de ser de Carletto. Lo máximo que ha dicho ante la prensa es que Isco o Illarra jugaron un día mal. Y lo hizo para que reaccionaran. Cuando Ramos fue expulsado ante el Galatasaray, definió el mal momento del central en un bajo estado de forma. Sabía que había marejadilla entre el defensa y el club por su contrato, pero no ahondó en el asunto. Sergio reaccionó y ha sido decisivo en la consecución de los dos títulos con seis meses de rendimiento espectacular. Lo mismo sucedió con Di María. Jugó enfadado hasta enero, porque no tenía sitio fijo en el equipo, aunque jugaba casi todos los partidos. No aceptaba que Bale le dejara fuera del once. Su desidia ante el Olimpic de Xátiva en diciembre y sus tocamientos ante el Celta el 7 de enero fueron el pozo del hundimiento del jugador. Debía dar un salto adelante mental. Tener una actitud positiva. Así sucedió. El italiano reflexionó dónde situarle en el esquema. Le encontró sitio como centrocampista izquierdo, una labor que realiza desde hace años con la selección argentina. Angel se transformó en un futbolista clave en el éxito de esta temporada. El rosarino le daba la mano en febrero. Le sonreía. El míster había acertado. Es un padre para ellos. Frena el impulso de juventud de sus hombres con mano sabia, pausada, pero decidida. Eso lo valoran los futbolistas. Les demuestra que sabe. Porque fue cocinero antes que fraile. Era el director de juego del Milán triunfal de Sacchi. La extensión de la mano de Arrigo en el campo. Ha vivido como jugador todos estos avatares. Vio estrellarse a muchos y salvarse a otros. Escuchó consejos de técnicos. Y la sabiduría de Sacchi la aplicó ya de corto. Ahora es un preparador que deja sello en todos los clubes por donde pasa. Tranquiliza ambientes. Apaga fuegos. Así es como se pueden obtener títulos. La Décima ha llegado gracias a los futbolistas y a la forma de dirigir la nave de Carlo. Un diez para él. Otros temas Comentarios Tomás González-Martín el 07 jun, 2014
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