He dejado pasar los días para hablar de Gistau. En el partido Real Madrid-Celta se le rinde homenaje, por su madridismo diferente, con un minuto de silencio en el Bernabéu. Es el momento de discernir sobre ese madridismo y los diálogos que manteníamos en torno al club blanco. Lo primero que tengo que decir es que voy a escribir claro, sin diplomacias. No me gustan las loas infladas y enjabonadas que suelen hacerse cuando se marcha un amigo, un compañero o incluso un enemigo, que no es el caso. Me gusta ir directo y contar las cosas como son, como fueron. Falsedades hipócritas, ninguna.
Lo primero que tengo que decir, a pecho descubierto, es que no me gustó cuando se marchó de ABC en 2018 y escribió que volvía a su antiguo periódico, donde siempre tuvo un ámbito de libertad. No me gustó y se lo dije. Por elogiar al diario que le recuperaba no debía decirlo así. En ABC tuvo libertad total para escribir de lo que quiso, en política y en Deportes. Y lo sabía. Y me lo dijo. Nunca lo negó. En 2014 no fue al Mundial de Brasil, aunque estaba acreditado, porque la situación política le hizo pensar que debía quedarse en Madrid porque se avecinaban cambios importantes al más alto nivel. Y así fue. Hizo lo que él deseaba siempre.
Dichas estas verdades, David fue uno de mis madridistas de debate. Un madridista crítico, que pedía decisiones tajantes en el Real Madrid. Posturas que no siempre pueden tomarse en una entidad con tanta potencia mediática. No lo entendía, no lo admitía.
Durante años, nuestros diálogos fueron una esgrima en la forma de “hacer el Real Madrid”. Nos juntábamos en la televisión de ABC, con el invitado de turno, Camacho, Santamaría, Miera, San José, el añorado De Felipe, y otras muchas leyendas blancas, para “crear equipo”. Él exigía fichajes cada vez que surgía un Aubameyang. Yo le decía que no se podía contratar todo lo que salía, porque los precios eran desorbitados y una cosa era marcar goles en un equipo alemán o francés, sin ser campeón, y otra hacerlo en el Real Madrid, donde se exigen títulos.
Salíamos de la televisión y continuábamos nuestras discusiones sobre el plantel blanco media hora más. Que si Benzema tapaba la entrada de un ariete de verdad, que si Bale debía ser titular o suplente. Asuntos que hoy continúan de actualidad.
En 2013 y 2014 coincidíamos en subrayar que Xabi Alonso era la inteligencia del Real Madrid en el campo. Y lamentaba que se marchara al Bayern, aunque la decisión era lógica, pues allí sería el jefe del centro del campo y en el Real Madrid se fichaban mediocampistas como Kroos. Recuerdo que en la televisión de ABC criticó que se filtrara en algunos ambientes con mala intención que Xabi se iba por problemas extradeportivos, cuando el guipuzcoano no tenía ningún problema. Y lo recalcó. Y le dije que tenía razón. Xabi Alonso fue siempre un señor con el Real Madrid y el club lo fue con él.
David escribía del “Madrí”, sin una D que para él sobraba. Tenía muchos compromisos y muchas veces contactábamos e intercambiábamos madridismo por teléfono y con largos mensajes de audio. David me pedía información, le aclaraba situaciones del club, del entrenador, de un jugador o del equipo. Y él me expresaba sus opiniones sobre los conflictos del momento.
Siempre lamentamos no poder tener esa comida fija mensual que hablamos, porque era difícil fijar fecha y hora, David por las andanzas políticas diarias y yo por mis andanzas futbolísticas allá donde fuera el Madrí. Por eso entablábamos conversación por teléfono. Más de una vez contacté con él para que escribiera del jugador o entrenador que había entrevistado ese fin de semana, fuera Míchel o Falcao. Decía que sí al momento, se adaptaba al periódico. Se notaba que había sido cocinero antes que fraile.
Escribía los domingos del Madrí y me llamaba en múltiples ocasiones a las cinco de la tarde para conocer datos del asunto o del entrenador o del jugador que centraban su artículo. No era un orgulloso que sintiera que lo sabía todo. En algunas ocasiones había un dato que no era correcto sobre un futbolista y me decía: “Corrígelo tú mismo, pon eso que me dices y ya está”. No pedía la devolución del artículo y lo volvía a enviar, confiaba en los demás. Cocinero antes que fraile, sí.
A veces también le pedíamos que escribiera una cosa corta de un entrenador o de un suceso futbolístico del momento y lo escribía delante de nosotros en diez minutos. Flexible y directo al grano.
Se ha ido. Ya no podré discutir más con David. Me duele que no haya visto vestir a Mbappé de blanco, el fichaje que tantas veces comentamos como necesario. Lo verá desde el cielo, debatiendo si el francés debe jugar por la derecha o como media punta, porque siempre le buscaba el dilema cada cosa. Yo le dije hace tiempo que Mbbapé debería ser media punta en el Madrí, para que se mueva por donde quiera y explote así su calidad. David me decía que sería mejor que fuera un ariete con movimientos libres o que jugara por la derecha. Con tal de llevarme la contraria. Era nuestro sino. Así alimentábamos nuestros debates.
Echaré de menos nuestros cruces de guantes futbolísticos. Sé que lo hacías para generar debate y encontrar nuevas vertientes a cada asunto. Lo sabíamos los dos. Profundizábamos en el análisis del Real Madrí. Hasta siempre, criticón.
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