Hace trece meses hablábamos de Jesé como un candidato al Mundial de Brasil. Del Bosque decía que habría que ver el final de la temporada para tomar una decisión. En unos días se acabó esa opción. La grave lesión sufrida frente al Schalke, hace un año, le dejó fuera de la selección y del Real Madrid. Fue una pena para España. Y para el club blanco. Como dijo Ancelotti, con Jesé habría conquistado también la Liga. Fue el toque de talento que le hizo falta para rematar un campeonato que el equipo tuvo en sus botas y que desperdició con sus tropiezos frente al Valladolid y el Celta. El canario regresó al fútbol en diciembre. Y no ha vuelto a ser el que fue. Jesé tiene también su culpa.
Está claro que después de romperse totalmente una rodilla, tras permanecer nueve meses sin jugar, rendir al mismo nivel físico es un proceso paulatino que cuesta conseguir. El delantero trabajó mucho durante todo el año. Hizo pruebas bajo el agua para recuperar capacidad aeróbica. Se preparó a conciencia durante horas cada día en Valdebebas. Se llevó a un entrenador a las Islas Canarias para no dejar de trabajar en sus días de asueto. No paró. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando retornó a la competición, no ha funcionado como se esperaba.
Es verdad que su retorno ha coincidido con la crisis general de juego del Real Madrid, angustiado por las bajas de Modric, Ramos, Pepe y James. Eran demasiados buenos futbolistas los ausentes. Todos a la vez. Lo acusó la calidad del conjunto. No se puede culpar a Jesé de los fracasos ante el Atlético en Liga y Copa y de los fiascos ante el Villarreal y el Athletic. Pero saltó al césped y no ofreció ni el regate, ni el pase, ni el gol que todos esperábamos. No era distinto, como le definía Carlo. Y el canario ha cometido el error de demostrar cierta superficialidad al celebrar su cumpleaños un martes hasta las cuatro y veinte de la mañana, aunque el siguiente partido se disputara cinco días después, el domingo. Y no es demagogia barata. Ni cara.
Acudió a entrenarse cinco horas después de aquella noche en la que el plantel celebró una cena que él continuó con su fiesta. Pero el futbolista debería tener más perspectiva. ser más listo. Esto es el Real Madrid, con una trascendencia mundial. No es un equipo de pueblo. Y el Real Madrid falló ese domingo. Y Jesé salió en la segunda parte para no aportar nada. El comentario general de la afición era que Jesé no está. No es el de antes. Y todos recordaban en la grada que mucha fiesta pero poco fútbol. No ha sido inteligente. Ya se sabe, la mujer del César no solo no debe serlo, sino tampoco parecerlo. Y Jesé dio una imagen que engaña.
Incluso seguidores japoneses del Real Madrid nos han cuestionado ¿qué le sucede a Jesé? Vieron las imágenes de su salida de la fiesta a las cuatro de la madrugada. Y los pitos al equipo cinco días después. Es lo que implica pertenecer a esta casa. Todo posee una trascendencia universal, enorme, exagerada. Y Jesé ha seguido teniendo minutos. Pero cada vez menos. Uno en Córdoba. Porque hoy no es decisivo.
Sabemos que no puede estar todavía al nivel que demostró hace trece meses. Pero tampoco debe exhibir una faz de alegría inmensa, celebrando sus gustos musicales en las redes sociales, cuando el Madrid acaba de perder en el Camp Nou y unos energúmenos han golpeado su coche y han intentado pegarle. Debe aprender. Cuando el equipo no rinde, no conviene dar la imagen de que uno está para otras cosas y no para el fútbol. Que se fije en Kroos y Bale, que no van a ningún lado. No les pillarán en una. Que recuerde las acusaciones voraces contra Cristiano por celebrar su aniversario después del 4-0 del Calderón.
Hace dos décadas se criticaba a Bodo Illgner (jugador desde 1996 a 2001), predecesor de Casillas en la portería, porque no acudía a cenar con los jugadores por la noche. Se reían de su seriedad. Le llamaban monje. Claro, para muchos era normal acabar en el Chistu o en el Asador Donostiarra a las dos de la mañana y entrenarse al día siguiente a las once, con solo seis horas de sueño. Un día se puede hacer. Pero no debe ser un rito semanal. Y entonces lo era. Incluso bisemanal. Por no hablar de aquellas noches de copas de varios jugadores que el Real Madrid, como el Atlético o el Barcelona, que cada uno tenía su cruz, vigilaba bien. Illgner decía entonces que a las doce se metía en la cama. Casi tenía que justificarse. Y se burlaban de él. Como siempre, la minoría silenciosa tenía razón. Jesé debe captar el mensaje. No está el horno blanco para fiestas ni musiquitas. El Real Madrid es mucho más serio. Y más importante. Ahora, se habla de una cesión en junio. Hace un año se hablaba de su titularidad. Debe pensarlo. Y debe ganarse su continuidad en estos tres meses. Despierta, que el tren blanco pasa muy pocas veces por la puerta de casa.
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