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Blogs La polvera por Teresa de la Cierva

Cuidado(s) con el frio

Cuidado(s) con el frio
Teresa de la Cierva el

Toca abrigar el cutis. La caída de los termómetros y las grandes nevadas en  las estaciones de esquí ocupan las páginas de la actualidad estos días. Y cuando las temperaturas bajan, los problemas de nuestra piel suben. El primer responsable –y el menos sabido- es el viento helado que golpea el rostro. Suele llevar en suspensión partículas de polvo, “erosiona” la superficie cutánea, dejándola muy desprotegida, y se convierte en en “lija” para la piel.

Si hibernáramos, como hacen algunas especies, nuestro organismo se recubriría de una película grasa que emplearíamos como “corta-vientos”, y desarrollaríamos sustancias químicas de efecto “anti-congelante”.

Pero como no es el caso, para enfrentarnos a la bajada de las temperaturas, la primera medida es armarse con una buena coraza. Es tan fácil como hidratarnos el doble: usar cremas más ricas que el resto del año y extender una capa más gruesa de lo habitual.

Según la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), estas cremas deben tener agentes humectantes que atraigan el agua externa dentro de la piel (glicerina, propilén-glicol, urea..) y componentes con efecto oclusivo para impedir la pérdida de la que ya tenemos (lanolina, silicona..).

Recomiendan evitar los cosméticos (¡y las bebidas!) con alcohol, sobre todo las pieles secas y sensibles, porque favorece la aparición de capilares dilatados (arañas vasculares) en las mejillas.

Y por supuesto, todas deben incluir protección solar. Aunque el sol parezca más suave durante los meses de frío, no significa que no sea dañino para nuestro cutis. Los rayos UVB (los más perjudiciales) son menos intensos, pero los UVA se mantienen durante toda la temporada. Penetran poco a poco en el cutis, y dañan la elastina y el colágeno, causando sequedad, arrugas y manchas.

En la montaña el peligro de quemaduras es mayor. La intensidad de la radiación ultravioleta aumenta un 10% con cada 1000 metros de altura, y un 30% más en la nieve, porque el sol se refleja creando un ‘efecto espejo’. No está de más recordar que la nubosidad tampoco frena el paso de las radiaciones, por lo que la fotoprotección sigue siendo imprescindible en un día sin sol (El Fotoprotector Antiedad 50 + UVA de Farma Dorsch, es una crema ligera que  no deja el rostro blanquecino, y sin alcohol, dato importante para prevenir rojeces y eritemas; y Kiko Winter Sunscreen SPF 30, es un roll-on comodísimo para proteger el contorno de ojos y labios, con un precio imbatible: 5 € en tundas Kiko)

 

 

Para reforzar las defensas, los dermatólogos aconsejan aplicar algún suero antioxidante (CE Ferulic de Skinceuticals o C-Vit Liposomial Serum de Sesderma son dos de mis favoritos) debajo de cualquiera de estas cremas,  y mascarillas nutritivas un par de veces a la semana, para reparar posibles daños.

 

 

También se deben usar limpiadoras suaves, que no aumenten la agresión diaria del frío (el agua micelar Rosakalm de Plante System, por ejemplo, que previene rojeces).

 

 

 

Otra medida necesaria es mantener la temperatura de casa (y/o lugar de trabajo) alrededor de los 20ºC, porque la calefacción muy alta emite sustancias que generan la muerte de las células cutáneas y evapora la humedad natural de la piel.

Y evitar el agua muy caliente. Sabemos que tras un día gélido o una jornada de esquí, el mejor momento es del baño, pero esa maravillosa sensación de relajación, conlleva también la pérdida de la capa protectora de la piel. Podemos darnos alguna vez el gustazo, pero la regla es usar agua templada y un gel  de baño y una crema hidratante “enriquecidos”,  que restablezcan la barrera lipídica ((Natural Honey Elixir de Argán gel de ducha y baño; Be+ Emulsión Enriquecida).

 

 

 

 

Las manos también sufren las temperaturas extremas. La dermatitis de desgaste que afecta al dorso de las mismas es un motivo frecuente de consulta para los dermatólogos en esta época del año, especialmente en personas que se las lavan varias veces al día. Para evitarlo, una crema con efecto barrera, como la clásica de Neutrógena, casi imbatible a la hora de hacer el papel de “guantes” invisibles.

 

 

¿Creíais que el pelo no se inmuta ante el frío? Os equivocáis. El sol en las alturas incide de forma muy intensa ya que su longitud de onda es más corta. Sería buena idea retomar los protectores capilares del verano que lo resguardan de la acción solar y térmica de la alta montaña. Y, por supuesto, invertir en un gorrito de lana, que favorecen un montón, y están a la última!!

 

 

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